Niños de 6 meses a 10 años duermen en Guagua Quinde mientras sus padres venden caramelos en La Mariscal

Madres adolescentes trabajan en la venta de dulces, durante la madrugada en La Mariscal. Antes de iniciar su labor, ellas dejan en el centro Guagua Quinde a sus bebés. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO

Madres adolescentes trabajan en la venta de dulces, durante la madrugada en La Mariscal. Antes de iniciar su labor, ellas dejan en el centro Guagua Quinde a sus bebés. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO

En los centros Guagua Quinde, los hijos de los vendedores ambulantes de La Mariscal son cuidados y duermen, mientras sus padres trabajan. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO

Con la puesta de sol, en La Mariscal no solo hay jóvenes en busca de farra. Los viernes es común observar a bebés, envueltos en cobijas y cargados en la espalda de sus madres, y a niños de toda edad, incluso adolescentes, que ocupan La Zona. Algunos acompañan a sus padres dedicados a vender caramelos y otros ya trabajan en eso; un grupo ofrece flores.

Érika M. tiene 17 años. De 07:00 a 14:00 cursa el segundo de bachillerato en una institución educativa en El Camal. En las noches y madrugadas vende dulces en la zona rosa de Quito. Por eso suele dejar a su niña, Natalia, de 2 años, en el Guagua Quinde. Se trata de un centro municipal de acogida nocturna para pequeños de 6 meses a 10 años, que funciona los jueves, desde las 16:30, y los viernes y sábados, de 18:30 a 03:00.

La mamá de Érika también vende caramelos, chupetes y tabacos en La Mariscal. Por eso la colegial ha estado en esa actividad desde que tenía 7. “Es un alivio. Es muy cansado trabajar en la calle con mi hija cargada”, dice Érika. En una buena jornada reúne USD 40 y su esposo una cantidad igual. A las 03:00 recogen a Natalia y van a su casa en La Comuna.

Madres adolescentes trabajan en la venta de dulces, durante la madrugada en La Mariscal. Antes de iniciar su labor, ellas dejan en el centro Guagua Quinde a sus bebés. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO

Según Judith Morejón, coordinadora de Guagua Quinde, el proyecto de acogida a pequeños para pasar la noche en un lugar seguro busca restituir el derecho de la niñez al cuidado y a tener un sueño protegido, a no estar en la intemperie y a evitar los riesgos de la calle. Ella y los promotores hablan con las madres y les recuerdan que los niños no deben trabajar.

“Tun, tun, tun”, dice la profesora del Guagua Quinde de La Mariscal y con sus manos simula golpes en una puerta. Es la historia de los Tres chanchitos que construyen sus casas y del lobo que trata de derrumbarlas con soplidos. “Yo ya sé cómo es esa historia”, indica un niño. La profe Carolina Mosquera le pide tener paciencia porque los demás no la conocen.

Andrea Escobar, una licenciada en Educación de 29 años, trabaja en este centro desde hace 4 meses. Dice que algunos pequeños se adaptan con dificultad porque se acostumbraron a estar en la calle, pero que luego empiezan a disfrutar del tiempo que pasan allí cuidados. “Les falta afecto y atención”.

En Guagua Quinde la población es fluctuante, al centro de La Mariscal acuden por lo menos 30 niños. Pero hay otros puntos del programa en San Roque y Chiriyacu, en jornada matutina, en donde se atiende a 150 y 70 pequeños, respectivamente. En esos casos se recibe a hijos de vendedores de los mercados, algunos dedicados a desgranar o a rodear los centros de abasto.

Las madres consideran a los centros Guagua Quinde como una buena opción para dejar a sus hijos. Ellas dicen que se cansan al cargarlos o temen que se enfermen por el frío de la madrugada. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO

El más reciente levantamiento de datos, les permitió ubicar a 234 chicos de 0 a 17 años que trabajan o acompañan a sus padres en La Mariscal. “Es como si la gente creyera que es normal comprarle artículos a un menor de edad. Lo hacen por lástima”, dice Alonso Zhingre, que recorre las calles de ‘La Zona’ junto con Henry Pilco, de 24, quien también fue vendedor ambulante.

Los dos cuentan que se encuentran con niños y adolescentes de Cotopaxi, Tungurahua, Chimborazo. Algunos llegan con tíos a trabajar. Creen que hay ciertos niveles de explotación infantil, unas redes por las que la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños y Adolescentes (Dinapen) “debería tener más presencia en ese sector”. Ellos han visto a niños que consumen marihuana, también que venden droga y que incluso roban.

En la Calama y Reina Victoria, después de las 22:00, se observa a niños de entre 7 y 10 años bostezando. Unos beben gaseosas. Zhingre recalca que el trabajo de menores de edad está prohibido por el Código de la Niñez y en la Constitución.

Hasta fin de año, según la Unidad Patronato San José, a cargo de Guagua Quinde, estará rehabilitada una propiedad en la Tarqui y 12 de Octubre, denominada Casa de las Velas, que podrá acoger a los niños.

Son las 21:00 y en una de las salas del Guagua Quinde de La Mariscal hay 17 pequeños, algunos con pijamas, otros con calentador. Allí les leen, juegan, cantan y los colocan en colchonetas, arropados con cobijas, para que descansen hasta que sus padres pasen por ellos.

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