Los moradores de los barrios mantienen esta tradición navideña de antaño. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO.
Una vez al año, la casa de Beatriz Torres –Bachita, como la conocen en la parroquia de Santo Domingo- se llena de vecinos. La noche del 19 de diciembre del 2018 recibió a 120 personas que viven en el Centro Histórico y que se reunieron para celebrar la novena como se debe: en comunidad.
A sus 75 años no se cansa de repetir que el amor es el que debe reinar en estas fechas, no luces ni regalos. Y reflexiona: “De qué me sirve obsequiar cosas si no puedo perdonar a mi vecino, si no le saludo a la señora de la tienda, si estoy resentida con mis hijos”.
En su casa antigua, de paredes gruesas de adobe, la preparación para la Nochebuena se vive con esa cercanía de unión barrial que caracterizaba al Quito de antaño y que con esfuerzo, los moradores tratan de recuperar. Desde hace 10 años, Bachita es miembro del grupo de oración Caminantes por la fe, conformado por 15 personas, entre ellas el padre Gonzalo Suárez, quien es el coordinador y guía espiritual.
Cada noche, salen desde el redondel de la Mama Cuchara y caminan por las calles del barrio. Representan la peregrinación de María en busca de un lugar para que naciera Jesús. Terminan el recorrido en la casa designada para hacer la novena. Con micrófono en mano, el anfitrión invita al barrio a unirse, tal como lo hacían sus abuelos. A las 19:30 empiezan los rezos y 45 minutos después terminan con cánticos de villancicos.
Bachita se preparó para recibir a la gente con esmero. Colocó luces, consiguió sillas, y al finalizar brindó a cada uno un café y un pan con queso.
El colectivo Mi Loma Grande también organizó la novena. Es un grupo que se dedica a recuperar la memoria del sector en un trabajo en conjunto con universidades y agrupaciones artísticas y culturales.
Para Marco Rubio, su líder, la vivencia de la novena va más allá de la reunión a los pies del pesebre. Días atrás, los adultos mayores junto a los niños del barrio comenzaron a recoger tillos. Los aplastaron y elaboraron panderetas para animar las novenas.
Una de las compañeras consiguió los tradicionales pitos en forma de pajarito que funcionan con agua. Para que la gente se una, utilizan las redes sociales. En Facebook tienen un barrio virtual y desde allí convocan a la barriada.
La novena se realiza cada noche, a las 19:00, en la casa cultural del colectivo en la calle Antonio de Rivera y Magdalena Dávalos. Esa casa antigua que antes servía de escondite de ladrones y viciosos fue recuperada y hoy es el lugar de encuentro de la comunidad. Allí levantaron el pesebre.
El nacimiento cobró vida con los personajes de la ciudad. Está el taita pendejadas, el diablo huma y la torera tiene un Niño Jesús que la misma comunidad elaboró hace seis años y que tiene características mestizas. Es un guambra moreno de ojos cafés al que bautizaron como el Lomerito.
La imagen fue bendecida en la Capilla de los Milagros y se la entrega a un prioste para que cada año organice el pase del Niño. Este año decidieron salir con trajes de comunidades del país. Harán el recorrido con José y María vestidos con ponchos y atuendo de Cayambe.
Ese tipo de iniciativas se dan, incluso con mayor fuerza en la zona rural. En El Belén, una comunidad cercana a Itulcachi, la llegada de la Navidad cambia la rutina de las familias. Allí se conserva la costumbre de nombrar un prioste.
Para este barrio, donde viven unas 520 personas, diciembre es un mes de fiestas. Una fecha en la que todos colaboran, ayudan a preparar la comida para las reuniones, los juegos pirotécnicos y más.
Este año el prioste es Pedro Peña, quien nació hace 51 años en El Belén, como Niño Dios, bromea. Él se postuló para ese cargo en diciembre del 2017.
Su trabajo empezó en enero, en una convivencia en la parroquia de Pifo que organizan las Hermanas Lauritas, a la que asisten cofrades de distintas comunidades. Allí reciben capacitación sobre el servicio y sobre cómo el prioste puede ser un apoyo para el barrio.
Peña organiza los eventos todo el año, pero en diciembre su agenda se complica. Es quien se encarga de la elaboración del pesebre. Este año, el nacimiento, que mide cinco metros de largo y tres de alto, fue hecho por 15 personas.
Sergio Peña, líder de la comuna, cuenta que desde que empiezan las novenas, sacan al niño de la iglesia vestido de celeste y hacen cuatro posadas en casas distintas. Unas 40 personas entran a la vivienda con entusiasmo, comen lo que les brinden, rezan, cantan y pasan a la siguiente casa. Todo el camino entonan villancicos y en cada posada los dueños de casa hacen sonar silbadores.
Así lo hacen hasta llegar al lugar de la novena donde, además, se sirven la merienda. El recorrido empieza a las 18:30 y termina a las 22:00. El 24 se reúnen en casa del prioste. Al día siguiente, salen los miembros de esa familia vestidos de María, José y de los reyes magos rumbo a la iglesia.