Una grada de cemento un poco empinada se convierte en una mesa de centro y, a la vez, en asientos. Solo dos jugadores se pueden sentar y uno debe permanecer de pie. “Ya no hubo plata para comprar más sillas”, dice, entre risas, ‘El Chino’. Así lo llaman quienes juegan rummy con él .
Él y otros vendedores informales, luego de la jornada de trabajo, se reúnen en las esquinas de la Estación La Marín. Empiezan a llegar a las 16:00 y se quedan hasta las 20:00, de lunes a domingo.
Entre ellos se reconocen solo por sobrenombres. Todos tienen a su lado sus herramientas de trabajo y en sus manos sostienen 13 cartas. Hacen rondas solo de pares de cartas o también forman dos tríos, un cuarto, dos cuartos, un quinto, dos quintos y un sexto. Las apuestas van desde USD 0,25 hasta USD 1.
Allí a pocos se los llama por su nombre. Algunos tienen diminutivos o generalmente se los relaciona con el oficio que realizan. “Él es ‘El Huesos’ de La Marín. Acá está‘El Pilero’, ‘El Heladero’, ‘El Betunero’, ‘El Carpintero’, ‘El Golazo’”, los va señalando con su índice ‘El Chino’.
Mientras juegan se gastan más de una broma. El presidente del grupo es ‘El Chino’ y el secretario, ‘El Huesos’. Tenían una sede social, pero les pidieron que desocupen porque no pagaban el arriendo. Esa anécdota la recuerda entre risas, ‘El Temerario’.
Son comedidos y se muestran muy amables, especialmente con las chicas que recorren los andenes en busca de un bus que los lleve a sus destinos. “Muchas personas nos preguntan por dónde es la salida o qué bus pueden coger para irse a ciertos sectores de la ciudad”, comenta ‘El Paragüero’, conocido así por vender paraguas .
Entre ellos reina el compañerismo. Están pendientes de que todos los integrantes del grupo se encuentren bien. Se cuidan. Para ‘El Paragüero’, la reunión con los amigos es una válvula de escape para los problemas personales y familiares. Cerca de las 18:00 del pasado martes, quienes ya ganaron las apuestas aprovechan para comprar con ese dinero un café, que les ofrece la ‘cafetera’.
“Ella ya nos conoce y viene a esta hora. Nos ofrece la bebida con empanadas o con lo que tenga”, informa ‘El Chino’. A ellos también les han robado. Hay más de una historia de quienes guardaron lo que ganaron para comprar pan y llevar a la casa, pero en el trayecto perdieron el dinero.
Los integrantes de este grupo saben que para jugar necesitan máximo de USD 5. Pero, según reconoce ‘El Chino’, a ratos, el dinero pasa a segundo plano, lo principal es distraer la mente.
“Yo vivo y trabajo aquí en La Marín más de 30 años. Solo es por diversión que vengo a jugar, más no por vicio. Solo apostamos pocas monedas”, asegura ‘El Huesos’, mientras con sus dedos llenos de betún procura no ensuciar las cartas de cartón desgastado.
“Ellos siempre están ahí. Todo el barrio les conoce, porque son personas sanas y no hacen daño a nadie solo se divierten y guían a la gente también. Son como los guardias de aquí”, asegura Ximena Chillos, trabajadora del sector.
Este grupo de vendedores informales (también hay jubilados) lleva dos años jugando cartas en este lugar. Todo empezó porque un determinado día no había clientes y estaban aburridos.
Sitio estratégico
La Estación La Marín es una estratégica conexión de los sistemas de transporte público y privado. Allí también llegan los buses interparroquiales.
Hay un proyecto para descongestionar a la Estación La Marín. El propósito del Municipio es reducir la circulación de buses por el sector, para facilitar la movilización de las personas.