Bajo un intenso sol capitalino, la avenida Teniente Hugo Ortiz, en el sur de la ciudad, se vistió de color, alegría y civismo. Alrededor de 2 500 personas se dieron cita desde las 08:00 para disfrutar del Desfile de la Confraternidad en la Tribuna del Sur.
Familiares de los estudiantes que participaron de las comparsas, vecinos del sector y turistas coparon las gradas de la tribuna y las cerca de 800 sillas de plástico que fueron dispuestas por algunos comerciantes a lo largo de la av. Teniente Ortiz, para que los asistentes puedan observar cómodamente el programa.
Luis Gómez permaneció en el costado sur de la tribuna, él sostenía en sus manos un cuaderno. Ahí anotó la cantidad de sillas que desde la noche del pasado sábado permanecieron en la acera de esta vía y fueron alquiladas a las personas que asistieron al desfile.
USD 2 por cada silla fue el precio que María Isabel Benavides pagó para que ella y sus tres hijos presenciaran el paso de los ocho carros alegóricos y las 80 delegaciones de estudiantes, empleados públicos y grupos artísticos culturales. Las calles aledañas fueron cerradas al tránsito vehicular. En las calzadas se instalaron varios negocios de comida y accesorios como gorras, gafas y paraguas para que los asistentes se cubrieran de sol.
Carmen Delgado, de 52 años, instaló un improvisado negocio de pinchos, en la esquina del pasaje S0E 4 y Teniente Hugo Ortiz. Comentó que desde hace 10 años siempre vende comida en el Desfile de la Confraternidad. “Es un buen negocio. En el desfile del año pasado vendí alrededor de 140 pinchos”, contó.
Andrea Narváez y Natalia Pillajo, estudiantes secundarias, llevaban una bandera del Colegio Montúfar. La banda de paz de esta institución fue la encargada de cerrar el desfile. Las dos colegialas llegaron desde el sector de El Inca, en el norte, para ver desfilar a uno de sus primos.
Desde el redondel de La Atahualpa, las personas caminaban apresuradas para encontrar un puesto en la tribuna o en sus alrededores. Los asistentes, en su mayoría jóvenes de los colegios participantes, se ubicaron a lo largo de la avenida Teniente Hugo Ortiz.
Miembros de la Policía Metropolitana ayudaron a los adultos mayores, mujeres embarazadas y con niños pequeños a ocupar un sitio en los graderíos.
Laura Espinosa trajo desde su casa cinco almohadones azules para colocarlos sobre las gradas. Ella y su familia esperaban el paso de las estudiantes del Colegio Simón Bolívar. La hija de Espinosa estudió ahí y su nieta Carla Trujillo ahora es bastonera.
El paso de las comparsas y de las bandas de paz estudiantiles arrancó aplausos del público. El desfile de carros alegóricos también captó la atención de los asistentes. La corte de la Reina desfiló en un carroza. Todas saludaron a los asistentes y lanzaron rosas y besos.
Las barras de los colegios tuvieron su espacio en el sector. Las que más se escucharon: las del 24 de Mayo, Central Técnico y Montúfar. Chicos con camisetas, banderas y barras de sus colegios acompañaron el recorrido.
La participación de una delegación de la Policía Nacional con los perros entrenados hizo que los asistentes se levantaran de sus puestos para ver los trucos de los canes. Los niños fueron los más entusiasmados con la presentación.
Manuel y Javier Baca, de 8 y 12 años, aplaudieron el paso de los perros que brincaban sobre la espalda de sus entrenadores. Las fiestas de la ciudad se cerrarán el 6 de diciembre, con el Desfile Nocturno de Luces y Color, que recorrerá la avenida Amazonas.
Así, Quito vivió un festejo intenso, durante el fin de semana, por los 478 años de fundación.