En las 27 vitrinas del museo antropológico Antonio Santiana se exhiben piezas representativas de seis culturas locales.Las piezas están dispuestas en dos salas adecuadas en el subsuelo de la Facultad de Filosofía de la Universidad Central, en la Gaspar de Carvajal y Antonio de Marchena, en el centro- norte de la urbe.Narices aguileñas, ojos rasgados, cráneos deformados y orejas perforadas eran algunos de los rasgos distintivos de las antiguas culturas, que se asentaron en lo que hoy es el territorio ecuatoriano.Para Myriam Castillo, curadora del museo, esos detalles permiten definir los rasgos físicos de los antiguos habitantes de estas tierras, así como parte de sus costumbres y tradiciones. Por eso, el eje temático del recorrido es el hombre prehispánico, como gestor de su propia historia y cultura. En la primera vitrina, lo que más llama la atención es la marcada diferencia en la forma de nueve cráneos. Castillo explica que la forma piramidal y alargada hacia atrás fue parte de una práctica cultural en la cual las madres deformaban las cabezas de los niños por razones estéticas.Los trabajos en piedra se destacan en otra vitrina. Allí se exhiben varias herramientas y puntas de lanza utilizadas como instrumentos de caza y armas. Una figura humana de cerámica, que apoya sus manos sobre sus rodillas cruzadas, representa a un chamán. Era una especie de sacerdote, entre los humanos y los dioses. Las deidades, representadas en el jaguar, la serpiente, el águila y el caimán, eran evocadas en rituales sagrados. Ante estos dioses, el chamán intercedía para beneficiar las cosechas y la salud de su pueblo.Narigueras, pulseras y collares trabajados en concha spondylus y metales como el oro, cobre, plata y platino, demuestran un elevado nivel tecnológico en esa época. En las formas sencillas de vasijas, ollas, metates, etc., se reconoce la cotidianidad de los pueblos asentados en las tres regiones.Las piezas que componen la muestra, en su mayoría, son parte de una colección del científico alemán Max Hule y de las donaciones de Jacinto Jijón y Caamaño y de González Suárez. El museo empezó a funcionar en 1925, en la calle García Moreno, entre Sucre y Espejo. Cuatro años después, una gran parte de la colección fue destruida por un incendio. Desaparecieron vestigios de madera y huesos de mastodontes hallados en Alangasí.Luego de un proceso de restauración realizado por el Fonsal, el museo antropológico volvió a abrir sus puertas, el pasado jueves 7 de octubre. Franklin Cabascango, director de la Escuela de Ciencias Sociales, asegura que la Facultad de Filosofía es una parada obligatoria dentro del circuito de museos de la ciudad. La entrada es gratuita, de lunes a viernes de 08:00 a 16:00.