Guardianas de saberes ancestrales, agricultoras, lideresas, gestoras, maestras, comerciantes… Son las mujeres de la ruralidad quiteña, que impulsan propuestas sociales y culturales, en medio de la discriminación.
El Registro Interconectado de Programas Sociales (RIPS) determina que en las parroquias rurales de Quito existen 317 650 mujeres, con corte al 2022.
El Ilaló es el protector de 60 integrantes de la agrupación Warmy Ruco, que se conformó oficialmente hace cinco años. Claro que Jenny Pilaquinga, coordinadora, alude a un proceso que ha tomado dos décadas de luchas.
Las mujeres han conseguido la preservación de saberes, como la medicina ancestral, así como la regularización del barrio Pasaje El Mirador. Se suma el trabajo social con adultos mayores en espacios como El Tingo.
Patricia Trujillo, de 62 años, es la coordinadora de la última actividad y gestiona servicios y actividades para 50 personas.
La parroquia Alangasí es la sede del grupo y se han sumado mujeres de sitios como La Merced y Sangolquí. La danza ancestral las juntó y las batallas sociales las mantienen unidas. Potenciar el primer nexo las llevó a recibir el reconocimiento por el empoderamiento de la Mujer en la Danza Ancestral, en Uruguay, en diciembre de 2022.
En el eje de liderazgo, Olga Chávez, de 68 años, estuvo a la cabeza de la gestión de la regularización de Pasaje El Mirador. Ella nació en Carchi y llegó a Los Chillos en busca de un sueño: un terreno propio para levantar su casa.
Se topó con rechazo en las instituciones. “Me subestimaron”. Luego de cinco años de trámites, de la mano de gente que la apoyó, en el 2016 se concretó la legalización del hogar de 30 familias.
La Secretaría General de Coordinación Territorial y Participación Ciudadana del Municipio ha identificado 83 lideresas en la zona rural de Quito. De ellas, 63 son coordinadoras de asambleas barriales en parroquias, 11 presidentas de comunas y nueve presidentas de GAD. En Quito, 33 de las 65 parroquias son rurales.
El Registro Nacional Agropecuario (RNA) incluye 68 organizaciones de zonas rurales con presencia femenina y con personería jurídica en el Ministerio de Agricultura y Ganadería. Una de estas es netamente de mujeres y las otras, mixtas.
Sin olvidar que también han surgido organizaciones como la Red de Mujeres Rurales Diversas del Ecuador y muchas otras.
Nuevas rutas
Si bien la agricultura es una actividad primordial, no es la única. Por ejemplo, en las filas de Warmy Ruco están docentes, comerciantes, gestoras, abogadas, artesanas, transportistas y más.
Jenny, a su vez, es integrante del Consejo Consultivo de Mujeres Rurales de Quito. En este participan representantes de 10 parroquias. Se trata de una instancia de apoyo y asesoramiento en el diseño e implementación de políticas públicas. La consigna es mejorar la calidad de vida en el ámbito económico, de derechos, etc.
La coordinadora también es gestora cultural. Ella es una de las 20 integrantes del grupo que participan activamente en las coreografías, ensayan los domingos, en el complejo deportivo El Tingo. No ha sido fácil, reconoce, las han criticado y menospreciado.
De todas formas, se han presentado en varios escenarios, incluyendo festivales impulsados por la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Además, replican lo aprendido desde las abuelas y las madres. Piedad Morales, de 43 años y nativa de La Merced, combina su profesión de chef con la medicina y los sabores ancestrales.
Se denomina guardiana de los saberes, de aquellos conocimientos que un día “hicieron que nuestras abuelas sean perseguidas y llamadas brujas”. Ella está orgullosa del legado.
Lo propio pasa en Pacto, con Las Yumbas y en Nayón, con Yuyay, saberes y pensamientos de la ruralidad. Cada integrante impulsa parte de la historia de las localidades rurales de Quito.
En Llano Grande está Kinti, taller de bordados, que surgió en el 2014 como un proyecto de investigación, comunicación y desarrollo. Mónica Simbaña es la facilitadora. Son 22 integrantes y se juntan cada domingo para aprender y compartir el oficio tradicional.
Kinti se replica en Madrid-España, con 20 migrantes oriundas de la comuna del norte de la capital, con Adriana Simbaña a la cabeza.
En Quito, María Muzo, de 100 años, es un emblema del grupo. Es una de las denominadas tías, pionera en el bordado y maestra. A Mónica, desde pequeña, incluso, le enseñó a raspar los pencos negros para obtener tzawar mishki (bebida ancestral).
Olga resume el caminar de cada mujer en una frase: “Somos capaces y lo demostramos con trabajo”. Ella invita a ejercer el liderazgo cada día, sin olvidar las raíces y las nuevas metas.
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