Enrique Ponce fue el gran triunfador de la tarde de ayer en la Feria de Quito. Cortó dos orejas y rabo, entre el clamor popular. El ecuatoriano Curro Rodríguez se convirtió en matador de toros y fue ovacionado en el toro de la alternativa. Morante de la Puebla, con el lote menos propicio, fue pitado.
Con tres cuartos de entrada se lidiaron toros de Huagrahuasi y Triana. Primero y sexto con sobra de diferencia, los mejores. Al cuarto, Gitano, de Triana, se le pidió con fuerza el indulto y fue premiado con la vuelta al redondel.
Una vez más Enrique Ponce triunfaba en la plaza de Iñaquito. Su faena fue completa de principio a fin y dio una verdadera lección de tauromaquia. Tras 20 años de alternativa, Ponce se ha consagrado como una figura de época. Imagino que se le podría comparar con el célebre Joselito el Gallo, grande de la era de oro del toreo. Él, ayer, como hoy es Ponce era poderoso y torero. El contendor de Joselito en aquella época era Juan Belmonte. Él dijo al periodista Antonio Villa en Bilbao: “ Saldrá un día un torero que haga bien al noventa y nueve por ciento de los toros. Uno que tenga valor para pisarles todos los terrenos”. Tal parece que la sentencia de Belmonte se cumple un siglo después con Enrique Ponce.
El maestro de Chiva recibió al segundo de la tarde con lances a la verónica de buen tono. La pelea del ejemplar Gitano, de Triana no fue clara en varas. Los delantales y chicuelinas compusieron el quite. Destacó en la lidia Milton Calahorrano y en banderillas fue aplaudido Alejandro Escobar. La res se mostraba tarda en acudir a la muleta en las primeras de cambio. Ponce fue construyendo un trasteo inteligente hasta conseguir buenos derechazos a media altura. La embestida por la izquierda era rebrincada pero el talento torero supo tener la paciencia y sapiencia hasta alcanzar muletazos templados al natural y un precioso remate con el forzado de pecho. Tomó el maestro la muleta en la derecha y se colocó en el sitio. Fueron intensos en redondos antes de un soberbio cambio de mano para aplicar esa técnica de tocar con el engaño por atrás del cuerpo al pitón contrario llenando los tiempos muertos en la embestida y provocando emoción, antes de ejecutar unos naturales de manos bajas, excepcionales. con las pausas justas que las características del toro exigían. Cuando Ponce tomó la diestra de nuevo el toro estaba totalmente sometido y entregado y los doblones, a manera de circular, hilvanados con elegancia, arrebataron a los tendidos. Después de una artística trincherilla y un cambio de manos rotundo el público rompió a pedir el indulto que no llegó y Enrique recetó una estocada entera. El Presidente no dudó en conceder las dos orejas y un rabo y ordenar la vuelta al ruedo en el arrastre.
En el cuarto, un serio ejemplar, recibió un bien conjuntado saludo capotero de Ponce que remató de dos buenas medias verónicas en el mismo centro de la arena. Con recorte pinturero dejó Ponce al toro frente a la cabalgadura de Manolo Quinta que puso un buen puyazo. Tras el quite por verónicas Milton Calahorrano cubrió un ejemplar tercio de banderillas. Con la pañosa roja Enrique Ponce consiguió pases por ambos pitones de excelente ejecución sorteando las dificultades del toro con aguante y torería. Una fuerte ovación escuchó el valenciano tras pinchar y dejar media estocada tendida.
Morante de la Puebla pechó con el peor lote y la incomprensión del respetable tras el concierto poncista.Cuajó algunas verónicas con su sello artístico. Buen puyazo de Aurelio Cruz y suave quite por verónicas y media de remate, de empaque. San Miguel dejó un buen par de banderillas. Morante abrevió ante el enojo de los espectadores.
En el quinto el público lo recibió con una ovación de aliento. El de la Puebla del Río se entregó y consiguió algunas verónicas pintureras de manera intermitente. San Miguel destacó en la lidia y Los ayudados por alto y el soberbio trincherazo levantaban esperanzas que se truncaron pronto en un trasteo donde las irregulares embestidas del toro fueron descompuestas por el viento. Aún así varios muletazos de arte salpicaron una labor sin hilván y que desagradó a la multitud. Un rosario de pinchazos y un aviso precedieron a una sonora silbatina.
Curo Rodríguez, quiteño ,tomó la alternativa. Muy suelto con la capa dio buenas verónicas, banderilleó con acierto entre ovaciones y acompasó la excepcional nobleza de Cochambroso de Huagrahuasi. Una entonada faena por el pitón derecho tuvo su epílogo al dañarse el toro su mano. Abrevió y fue ovacionado.
Desaprovechó al bravo sexto, de Huagrahuasi, con el que nunca se acopló y falló con las espadas.