El 3 de septiembre del presente año, apareció en el Diario EL COMERCIO una interesante entrevista a la historiadora venezolana y encargada de digitar el archivo del libertador Simón Bolívar, Inés Quintero, quien afirma que no hay una sola visión sobre Simón Bolívar, como los intereses políticos de los últimos tiempos lo han pretendido.
Pero aparte de esto, algo que merece especial atención es que al referirse a Manuela Sáenz, afirma que no solo era la amante del egregio personaje, sino que tenía méritos propios y que sobre todo fue una política.
Efectivamente esta quiteña, nacida en la última década del siglo XVIII e hija del español realista, Simón Sáenz de Vergara, a lo largo de estos dos siglos, por los bolivarianos, ha sido vista como femme inspiratrice de Bolívar, y su fiel compañera.
En el año de 1969 se filmó una película de coproducción italiana-española-venezolana, llamada la ‘Epopeya del Libertador’ interpretada por Maximilian Scheel y Rosanna Schiaffino, y en la que no aparecía Manuela Sáenz, sino una Rosario como representante de las diversas relaciones amorosas que el héroe tuvo en su vida; el entonces presidente Velasco Ibarra prohibió su exhibición en el país, hasta ese punto había llegado la sacralización de esos amores.
La intimidad entre los dos personajes fue un hecho. Manuela le salvó la vida el 25 de septiembre de 1828, cuando varios conspiradores asaltaron el palacio de San Carlos en Bogotá, motivo por el cual Bolívar le llamó la ‘Libertadora del Libertador’. Lo cual no quita que ella tuviera su propio interés por la política.
Así siendo muy joven y residiendo en Lima con su esposo, James Thorne, trabó amistad con Rosa Campusano, guayaquileña, amante de José de San Martín, interviniendo las dos a favor de la independencia, convenciendo al batallón Numancia, del que formaba parte su medio hermano José María Sáenz, para que optara por la causa patriota.
Lo que le valió que San Martín le hiciera una de las 22 damas miembros de Orden del Sol. Se conoció con Bolívar en Quito, encontrándose con él en el Perú más tarde, donde ella no dejó de hacer política.
Cuando se sublevó la tercera división del ejército colombiano, acantonado en Lima, Manuela fue a arengar a la tropa, siendo detenida y enviada al monasterio de las monjas nazarenas. Bolívar regresó a Colombia y detrás de él Manuela, a quien hostigaron los bogotanos.
Cuando los conflictos de Bolívar con Francisco de Paula Santander arreciaron, Manuela hizo fusilar la efigie de este último; lo que le llevó al general José María Córdova a presentar una queja al Libertador, quien le contestó: “…No haga usted caso. Ella es una amable loca…”. Cuando Bolívar abandonaba Colombia después de renunciar, Manuela junto con el general Rafael Urdaneta dio un golpe de Estado, intentando reponer a Bolívar en el poder.
Al enterarse de la muerte de su amante, intentó suicidarse luego de lo cual fue trasladada a Jamaica. Muerto su hermano José María, que formaba parte del Quiteño Libre, ella quiso regresar al Ecuador y fue impedida por Vicente Rocafuerte.