El cantón cañarense de El Tambo está de luto. Familiares y amigos con sus rostros tristes se congregaron en el parque central para recibir los cuerpos de los siete compatriotas. Ellos fallecieron el 18 de octubre en un accidente de tránsito en una autopista en Indiana, Estados Unidos.
Los féretros, a bordo de un camión contratado por la Secretaría Nacional del Migrante (Senami) y procedente de Quito, cruzaron por El Tambo antes de que aclarara el día.
Allí venían Pedro C. con sus hijos dos hijos Tránsito y Pedro, y su nieta de 8 años. Además, María Y., quien ocupaba un mismo ataúd con su hijo de un mes de nacido). Su otro hijo estaba en otro ataúd.
En El Tambo les esperaba una multitud de indígenas. Entre ellos estaban dos niños, de 13 y 11 años, quienes buscaban el féretro de su progenitor, Pedro C.
Con los puños de sus suéteres desgastados secaban sus lágrimas de dolor. Con sus manos apretaban sus rostros repitiendo “no puede ser… papá, nos dejaste para siempre”.
A las 07:10, primero desembarcaron los cuerpos de María Y. y sus dos hijos, quienes son velados en el centro de El Tambo, en una de las viviendas que ella construyó con el esfuerzo de sus ocho años de trabajo en Estados Unidos, adonde migró.
Ella llegó a ese país siguiendo a su esposo, Cayetano Q., quien quedó mal herido en el accidente. Su estado es delicado.
Según su cuñado, Manuel G., Cayetano retornó a El Tambo hace dos años por la muerte de su padre, pero enseguida se regresó por la frontera pagando USD 13 500 a un coyote por el viaje.
A las 08:30, el resto de cuerpos fue trasladado en caravana hasta Caguanapamba, una comunidad ubicada a 3 kilómetros del centro cantonal.
Se accede por una vía empinada y asfaltada, en medio de un paisaje de verdes huertas productivas de los indígenas.
En el trayecto hay pocas viviendas; la mayoría es nueva y de hasta tres plantas. Los propietarios emigraron hace más de una década. El Tambo tiene 9 000 habitantes, pero no hay familia que no tenga a un pariente en Estados Unidos o en Europa.
Más de una hora tomó el recorrido de tributo a los fallecidos. En el trayecto se sumaban familiares y amigos en vehículos o caminando. Cuando los cuerpos llegaron a Caguanapamba eran más de 2 000 personas, incluidos los alumnos de escuelas y colegios donde estudian los hijos de Pedro C.
Su esposa Antonia Y. y su yerno también resultaron heridos en el fatídico accidente. Ellos se encuentran en observación.
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Las autoridades de los poblados vecinos como Zharu, Cruzloma, Naumas… recibieron los féretros en la Escuela Santiago Vázquez de Caguanapamba. Allí, se realizó el velatorio y se entregaron las notas de pesar.
Parecía que nadie se quiso quedar sin acompañar a sus vecinos que no veían hace varios años. Los familiares conocen poco de las circunstancias del accidente. Solo saben que ellos iban a participar en el bautizo del pequeño hijo de María Y. Pero el viaje se convirtió en tragedia.
Otro detalle que conocen es que su vehículo frenó para evitar a un venado y un camión con remolque que venía atrás y se estrelló contra la parte trasera del automotor de los ecuatorianos.
El conductor, quien era el padre del recién nacido, trabajaba en la construcción, contó la hermana de Pedro C.
El sol era intenso en la mañana de ayer. Los vecinos repartieron chicha entre los presentes apostados en la cancha de la escuela. A cada instante, por altoparlantes se leían las notas de pesar.
Allí, Teresa Cabrera, subsecretaria de la Senami en el Austro, insistió que si bien emigrar es un derecho de todos, pidió que no arriesgaran sus vidas. Ella también puso a disposición un equipo de psicólogos para atender a las familias afectadas.
Pasadas las 14:00, los cuatro féretros fueron trasladados desde la escuela hasta la vecina comunidad de Cruzloma, de donde era oriundo Pedro C.
Se tiene previsto que los cuerpos sean velados hasta mañana en la capilla de la comunidad y luego serán sepultados.
El sepelio
Los cuerpos son velados en el centro de El Tambo. El lugar está lleno de familiares y amigos.
Pedro C. deja cinco hijos en la orfandad. Dos de ellos viven en El Tambo con sus abuelas.
La Senami cubrió los gastos de repatriación de seis de los fallecidos, solo uno tenía seguro.