La cancha en la que me muevo es la literatura, es ahí donde encuentro ese espacio concreto que me vuelve al punto de ser hincha y a la vez protagonista (jugador). Me atrevo a comparar que la sensación que tengo al momento de escribir un verso es la misma que debe sentir un jugador al momento de salir a jugar un clásico con estadio lleno. Al escribir un texto, la agonía del penal se acerca despacio sobre las letras. La literatura es pues la única forma de juego limpio que conozco. Es la que ha logrado convertirme en fanático empedernido.
Así como el gol, dicen, es la fiesta del fútbol, leer, escribir, crear debe ser considerado como la fiesta del alma. Aunque muchas de las veces toca empatar 0-0.