El Consejo Nacional de Cultura (CNC) acaba de publicar un libro de fotografías sobre la capital, en un despliegue de imágenes, siendo la más antigua una de 1860. Sus reproducciones han sido ya observadas en una exposición en el Centro Cultural Metropolitano, donde se nota el incansable tesón de Irving Zapater.
Pues el libro se abrió para la ciudadanía. Este es un mérito del CNC y del Municipio, pues todo libro de imágenes llama la atención, ya que, el turismo envía primeramente un arquetipo a la mente de los visitantes: el valor de las iglesias coloniales.
Pero Quito es eso y mucho más. Riqueza y pobreza han sido los renglones que trazaron viajeros extranjeros en sus diarios y grabados, 1802-1850. Y en esta obra se demuestra lo difícil de la selección para incluir un collage de la condición humana: desde la mísera condición de un par de cargadores indios, casi niños de 1910, quitados el rústico sombrero, cabellos desgreñados y empiojados, enorme carga de leña, descalzos, al pie de la magnificencia de un pretil soportado por sillares incas.
Al lado, la petulancia del Pasaje Royal (1918), arco y capiteles dóricos, encerrando tiendas de novedades, que recuerdan a los “Magasins de Nouveautés” de París, 1852, arquerías o “passages” singularmente descritos por Walter Benjamin en The Arcades Proyect (1999). Él consideraba que los pasajes eran la forma arquitectónica más importante del siglo XIX.
Vemos que Quito en lo construido tenía un aire más europeo, algo ‘parisien’ de las grandes mansiones o cuando se alineaban las casas de La Mariscal, con sus fachadas de techos en punta como las de trabajadores de Londres.
Los pasajes y la Plaza Grande eran los puntos donde se recreaba la esfera pública. Al bullicio se sumaba otro, insólito, una docena de llamas (llamingos) cargadas de ladrillos cruzando el Municipio. Elocuentes fotografías. El coche tirado por dos caballos en 1910, recua de mulas cargando barriles de trago, todo dentro de dos o tres cuadras del Centro de la ciudad.
En el libro se destacan dos planos en la concepción de las imágenes, las tomadas antes del terremoto de 1868, que destruyó Ibarra y las torres de iglesias de Quito. Y aquellas que corresponden a la modernización, foto de 1930. La Catedral, San Francisco y Santo Domingo, decapitadas sus torres. Estas décadas del tránsito visual, provocan una disquisición.
El estudio del hombre se nutre ahora con una nueva herramienta para interpretar imágenes, Antropología Visual; hoy usada por cineastas, arranca desde el principio mismo de la Etnografía, cuya herramienta principal fue la “observación participante”. Es decir, no describir los hechos de la vida humana, generalmente exótica, como cree el observador, sino como “creen ellos que es su vida”, los observados.
Y para eso tuvo el etnógrafo que convertirse en un miembro más de la tribu o comunidad, y tratar de vivir y pensar como “ellos”. Las fotos del CNC constituyen así una valiosa representación, la idea del terremoto y el ansia de modernización, que ayudará a la comprensión del hombre quiteño y a la observación de sus comportamientos.