Juegos que distraen en vacaciones

En el pasaje de la av. 10 de la Agosto. Marco Cachaguasay ensaya el salto del diábolo frente a sus amigos. Él sabe cinco movimientos.

En el pasaje de la av. 10 de la Agosto. Marco Cachaguasay ensaya el salto del diábolo frente a sus amigos. Él sabe cinco movimientos.

La bulla y los juegos que llenan los patios de las escuelas cambian de escenario con el inicio de las vacaciones. En los parques, en las calles, en los frentes de las casas y en conjuntos residenciales hay niños que corretean de un lado a otro. Son inquietos y traviesos.

fakeFCKRemoveOtros muestran sus habilidades como malabaristas. Las manos de Michael y Kevin Chicaiza, Marco Cachaguasay y Cristian Páez no están quietas un solo momento. Ellos juegan en un pasaje comercial de la avenida 10 de Agosto, atrás de la parada del trolebús El Ejido.

Su espacio es reducido como para armar un partido de fútbol, durante las tardes. Pero el grupo de infantes no se complica. Ellos se entretienen con dos juguetes de moda: el balero y el diábolo.

El mayor del grupo, Cachaguasay, tiene 15 años. Es más tímido que sus amigos. Él es especialista en manejar el diábolo. Un juguete de tres piezas.

Tiene forma cilíndrica. Se sabe que fue inventado en China. Puede ser comparado con un reloj de arena. Está compuesto por dos semiesferas unidas en la mitad. Llegó a Europa a fines del siglo XVII y durante esta temporada su uso es una fiebre en las calles de la capital.

En Inglaterra y Francia, a partir de 1810, se crearon clubes y competiciones entre la alta sociedad. Su práctica disminuyó después de la Primera Guerra Mundial, pero a partir de los años ochenta volvió a ganar seguidores. Por ello, los niños se adiestran en su manejo.

Los diábolos pueden ser de plástico o de goma. Dos palos de madera o plástico, conocidos como baquetas, y una piola especial amarrada al extremo de cada palo completan el juego.

Vestido con un buzo tomate y un jean, Cachaguasay se muestra hábil para mostrar cinco de los 150 movimientos que se pueden realizar con el diábolo.

El primer paso, dice, es aprender el movimiento básico de hacer girar al juguete sobre la piola, sin que este se caiga. Luego, se aprenden los movimientos más complicados y las destrezas.

Así, Cachaguasay ensaya la cascada, una maniobra que con la piola permite que el juguete baje de forma escalonada. “Todo esto aprendí en dos meses. Es cuestión de practicar para ir adquiriendo las habilidades”, cuenta el adolescente, sin detener el giro del diábolo.

Por segundos, parecería enredarse con la piola entre sus manos, pero enseguida sorprende graficando un ascensor.

Así, hay cientos de movimientos como la ‘varita mágica’, ‘la piernita’, ‘la cama elástica’, entre otros. Michael, de 9 años, solo puede hacer pocos trucos. “Es que a veces me enredo. Pero ya estoy aprendiendo a dominarlo”.

El precio de un diábolo depende del material. El de plástico cuesta USD 2 y el de goma, USD 7. Hay de diversos colores y formas. En las calles del Centro Histórico o en las esquinas más transitadas de la capital, los vendedores ambulantes ofertan el juguete, que también es utilizado por malabaristas y payasos.

En otros negocios o tiendas, los diábolos están colgados junto a los baleros. Este último juguete, en cambio, sirve para “martillarse los dedos mientras se aprende a dominarlo”, asegura Cristian Páez. Un niño de rostro alegre.

Este juguete también es conocido en otros países como boliche y emboque, principalmente. Está compuesto por un palo (de madera o de plástico) unido con una cuerda a una bola, en forma de barril, que tiene un agujero. Este hueco tiene el diámetro ajustado al palo. El objetivo es incrustar la bola el mayor número de veces.

El pulgar de Andrés Sánchez ya está acostumbrado al movimiento. Todas las tardes que juega con sus amigos, en las canchas de Solanda, en el sur, lleva el balero. “ Es fácil. Consiste en elevar el palo de manera vertical y mover la bola hasta que se incruste”, detalla en medio de la bulla que hay en el parque.

Suplementos digitales