Cuando debemos acotar sobre el fundamento prehistórico y la identidad de una población reconocida como epicentro cultural, esto es, Quito o la nación “Quitu”, no es posible sin recurrir a la arqueología.
Las informaciones proporcionadas por arqueólogas como Victoria Domínguez y María Fernanda Ugalde son ahora de gran valor en la explicación del origen de sitios y poblamientos de pueblos prehispánicos.
La capital del Ecuador se debe enorgullecer de haber sido nicho de una civilización pre-inca. A veces descrita con fantasía en textos escolares. Pero en 1917 Jijón y Caamaño trataba ya: “En el Ecuador al tiempo de la conquista incásica florecían varios pueblos con una civilización propia que era producto de la cultura autóctona y de las influencias ejercidas por diversos pueblos del continente”.
Esta afirmación era dicha al haber descubierto un cementerio incásico (17 tumbas prehispánicas) en los terraplenes del nuevo hospital (Eugenio Espejo) al noroeste del Itchimbía, cerca de donde en 1911 se encontraran objetos de oro.
A esto se complementan nuevos descubrimientos que se han venido exponiendo en las estribaciones del Pichincha “C. Metrópoli”, “La Florida”, “Atucucho”, y aun en valles como Cumbayá, Santa Lucía (única con restos incaicos, 600-1050 d. C.) , La Comarca o Santa María de Cotocollao.
Quien esto escribe ha subrayado la importancia de las dos lagunas prehistóricas Turubamba y Añaquito, que señalaban la posible noción de territorialidad de los asentamientos que vivían en sus orillas. Desde Guanguilitahua, El Auqui, Puengasí hasta Tambillo.
El edificio volcánico del Pichincha abriga en sus declives a más de 40 quebradas con huellas de materiales piroclásticos, por sus erupciones.
Quito ha sido y es una región cultural extensa y cortada, aunque surcada por dos hoyas fluviales. Construida sobre declives del volcán, con ejidos heredados de antiguos humedales, poblados que antes eran grandes haciendas, a lo que se acopla ahora una vida “moderna”.
La antigua raigambre se representa en la estructura de pueblos (parroquias suburbanas) que han mantenido tradiciones antiguas, con conocimientos del universo y de la naturaleza en forma de saberes añejos que subsisten por casi cuatrocientos años.
Sobre esta territorialidad se forma la intangibilidad de la nación Quitu, cuando se formaron los pueblos temprano coloniales, hablando un español con mezclas quichuas. Las parroquias modernas, acaso, Cotocollao, Alangasí, Amaguaña, etc., son herencia intangible que a pesar de la modernización, guardan como identidad, el templo parroquial, sus corridas de toros, bocados…