Rosario Gallardo lloraba con impotencia en la puerta del Hospital de la Policía, sobre la av. Mariana de Jesús, en el norte de Quito. “¿Quién me ayuda?”, repetía con voz entrecortada y preguntaba por la salud de su hijo, Jairo Laguatasig, de 22 años.
“Él es cadete de la Escuela Superior de la Policía Nacional. Me enteré de la explosión del GIR a las 11:30 por los noticieros. Me urge conocer cómo se encuentra”, decía la mujer. El uniformado de la garita abrió la puerta metálica y le permitió ingresar.
Esa escena se repitió ocho veces en la puerta de acceso a esa casa de salud, cuyo ingreso ayer fue restringido, tras la declaratoria de emergencia médica del hospital, para atender a los heridos del siniestro en el Grupo de Intervención y Rescate (GIR), en Pusuquí.
“Vine desesperada por mi nieto”, refería Guadalupe España, junto a la garita de seguridad. “Gracias a Dios no se encuentra aquí y sé que está bien. Conozco que hay heridos solo con cortes”.
En la puerta de la casa de salud se vivía un ambiente de tensión. Decenas de familiares de los heridos y curiosos se agolpaban para conocer lo que había sucedido. En el lugar había hermetismo. Cadetes y otros heridos llegaron como podían. Uno lo hizo en moto, junto a dos uniformados.
El coronel de Sanidad José Terán, jefe de reclutamiento del hospital, organizaba el paso en las afueras de la casa de salud, junto a otros policías que facilitaban el paso de las ambulancias en la avenida Mariana de Jesús.
“Por favor, no permitan que se acumulen automóviles en la puerta vehicular. Necesitamos la vía despejada para un ingreso fluido de ambulancias y los heridos”, decía Terán a sus subalternos, quienes colocaban conos naranjas sobre la calzada.
Tres ambulancias con heridos ingresaron por la puerta principal, pero ningún policía reveló cuántas víctimas transportaba cada uno de esos vehículos.
Recién a las 13:00, en la puerta se informó que 10 heridos habían llegado al hospital policial. En un listado proporcionado a la prensa se informó que seis cadetes (estudiantes que aspiran a ser oficiales) de la Escuela Superior Alberto Enríquez Gallo, ubicada junto al cuartel del GIR, fueron internados, así como dos policías de tropa y dos civiles.
Luego de ese informe otra cadete herida llegó al lugar. Lo hizo en un patrullero. La joven se cubría los oídos y denotaba dolor.
Se conoció que uno de los policías que ingresaron al hospital, el sargento Juan Herrera, tenía heridas producidas por quemaduras de segundo grado. Por su estado, fue intervenido quirúrgicamente al mediodía de ayer. No obstante, los agentes que se encontraban en las afueras del hospital dijeron que desconocían si el uniformado había sido operado.
A las instalaciones de Medicina Legal no llegó ningún cadáver. Una fuente de esa dependencia indicó que hasta las 14:00 de ayer no se reportaron víctimas mortales por la explosión del GIR. Las puertas de la entidad fueron cerradas por la mañana.
Testimonios
Alexandra Vásquez, familiar de herido
‘Las ventanas de nuestra casa se rompieron’
La Policía tiene que resarcirnos los daños materiales. Sentimos tres estruendos la mañana de ayer. Los escuchamos en intervalos de cinco minutos y la verdad es que nos sentimos muy asustados porque nuestra casa se ubica casi a 2 kilómetros del GIR. Mi hermana fue internada porque un pedazo de vidrio se le incrustó en el brazo y siente mucho dolor. Gracias a Dios no es grave y estamos más tranquilos. Nuestra casa fue destruida. Las ventanas están destruidas y el golpe emocional es fuerte.
Familiar de una herida
‘Mi hermana dictaba
clase y tiene heridas’
Conocimos que la mayoría de heridos están estables. Mi hermana, de 25 años, es profesora de una escuela ubicada cerca del lugar de la explosión. Estaba dictando clases en la escuela, mientras se produjo la explosión en Pusuquí. En la casa de salud, me informaron que ya está estable y que le están tranquilizando, para darle de alta. Conocemos que varios niños tienen heridas de cortaduras por vidrios. Incluso, un sobrino mío, de 5 años, tenía heridas. Él no está herido de gravedad y lo atendieron en la Escuela Superior Militar, junto a otros compañeros suyos. A los niños les retiraron de ahí sus padres, pasado el mediodía.