En el Museo de Cera se representa la masacre. Foto: Archivo EL COMERCIO
Un día como hoy, hace 209 años, los próceres del Primer Grito de la Independencia fueron asesinados. Ocurrió cuando un grupo de quiteños puso en marcha un plan para liberarlos de prisión y de una posible pena de muerte, bajo cargos de traición.
Se calcula que unas 300 personas perdieron la vida en los enfrentamientos entre el Cuartel Real de Lima , el de Santa Fe, El Presidio y las calles de Quito. Los próceres fueron apresados allí, porque no había una cárcel para recluir a presos políticos en la ciudad.
La gente planificó la liberación y se distribuyó en lo que ahora es la Plaza de la Independencia, en el atrio de la Catedral y la calle García Moreno. Debían actuar en la tarde, cuando tocaran las campanas de la iglesia principal de Quito.
Aunque en principio los quiteños aparentemente lograron su cometido, los militares españoles pudieron reponerse y cumplieron la orden del gobernador Conde Manuel Ruiz de Castilla, de iniciar una represión sangrienta.
En la masacre, perdieron la vida líderes independentistas como Francisco Javier Ascázubi, Manuel Cajías, Mariano Villalobos, Anastasio Olea, Vicente Melo, Nicolás Aguilera, Juan Pablo Arenas, Juan Salinas, Juan de Dios Morales, Antonio Peña, José Vinueza, Juan Larrea, entre otros.
Las hijas de Manuel Quiroga, quienes habían ido a visitarlo, tuvieron que presenciar la muerte de su padre. Esa escena se conserva ahora en el Museo de Cera Alberto Mena Caamaño, que funciona en el Centro Cultural Metropolitano. Allí estaba en 1810 el Cuartel Real de Lima.
Las 50 primeras víctimas fueron asesinadas en el cuartel. Pero la matanza no terminó allí. Los soldados continuaron la masacre en las calles, como parte de una venganza por la revuelta independentista del 10 de agosto de 1809.
Algunos quiteños intentaron defender al pueblo con fusiles y escopetas, en plena calle García Moreno. Pero poco a poco perdieron fuerzas, pues la mayoría estaba desarmada. Entonces retrocedieron primero hasta las afueras de la iglesia de La Compañía y luego hasta el Arco de la Reina. Poco a poco lograron huir a barrios vecinos.
Luego, el ataque siguió. Las tropas realistas tenían la orden de saquear casas.
En total, falleció en ese trágico día el 1% de la población quiteña, por lo que el golpe para la comunidad de la ciudad fue devastador.