El hipercentro de Quito se inunda de venta informal

Vecinos de la República del Salvador temen accidentes por cilindros de gas en la vía. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

Las amplias y largas faldas de las gitanas llamaban la atención de los transeúntes y también su típica invitación: “ven, déjame leerte tu mano”. De pronto, una mujer les preguntó -molesta- qué hacían en el bulevar de la av. NN.UU., donde ella trabaja hace años.
Aunque ellas no le hacían competencia, la vendedora de dulces y cigarrillos sentía que invadían “su sitio de trabajo”. Está cansada de ver cada día a más personas acercándose a sus potenciales clientes.
Se llama Eulalia Ponce y lleva una típica caja caramelera que tapa con una funda negra, para esquivar a los agentes metropolitanos de control. Vive cerca de La Mascota, en el sur, compra mercadería en el centro y la vende en el corazón del hipercentro de Quito: el bulevar junto al parque La Carolina. El jueves a las 11:00, al menos otros 30 comerciantes ofrecían helados, granizados, cebichochos, gafas...
La escena es similar en el perímetro del parque de 64 hectáreas. La informalidad abunda pese a que ahí hay 279 comerciantes autorizados, 40 de ellos independientes y el resto pertenece a ocho asociaciones.
Además de la NN.UU., en vías como la Amazonas, De los Shyris, República, Mariana de Jesús, 6 de Diciembre y República del Salvador proliferan las ventas. Luis Patiño y Enrique Pérez son amigos de la tercera edad que se encuentran en una cafetería de la Mariana de Jesús cada 15 días. Cuentan que siempre ha habido comercio pero ahora está descontrolado. “Antes vendían dulces, periódicos y cigarrillos, pero ahora venden hasta zapatos, ropa interior, prendas para bebés. No hay por dónde andar”.
El problema se acrecienta por la migración extranjera y las tasas de empleo. Según el INEC, en junio el empleo adecuado en Quito bajó 3,9 puntos con respecto de junio del 2018, el desempleo subió 1,5 puntos y el subempleo, 4,4.
La incomodidad por la competencia a veces se convierte en caos y violencia.
El 11 de julio, dos hombres se amenazaron con cuchillos, luego de haberse agredido a puñetazos y patadas, según testigos. Ocurrió en plena República del Salvador, en donde se concentran edificios de vivienda, oficinas, cafeterías, restaurantes, etc.
El hipercentro es una zona de alta actividad comercial susceptible a la apropiación del espacio público, por la gran cantidad de potenciales compradores, dice Marco Córdova, docente de la Flacso. Episodios como el de hace 11 días son el resultado de conflictos no resueltos, como la forma en la que controla la zona alguien que se apropia de un circuito.
“Ha habido estrategias de control del espacio público con confiscación, pero eso y el desalojo no son la única salida”, dice Córdova. Se debe buscar modelos para darle cabida al comercio de forma regulada.
Mientras un equipo interinstitucional del Municipio define el proyecto KiosQuito, para organizar parte del comercio informal, la Agencia Metropolitana de Control (AMC) realiza operativos en varias zonas.
En la Administración Eugenio Espejo, a la que pertenece esta zona, hubo 385 operativos este año, 291 de ellos de comercio informal y el resto por control de Licencia Única de Actividades Comerciales (LUAE).
En el primer caso, se privilegió una tarea preventiva: entregaron 700 exhortos con información sobre el mal uso del espacio público. Solo se emitieron 19 sanciones.
Estefanía Grunauer, supervisora de la AMC, explica que la gente puede pedir en cada Administración Zonal un Permiso Único de Comercio Autónomo (PUCA) fijo, ocasional o temporal. Pero hay quienes lo irrespetan vendiendo en sitios no autorizados o productos que no constan en su permiso. Incluso las empresas incumplen la normativa.
La semana pasada, la AMC clausuró en la NN.UU. y República del Salvador una pizzería que envió personal uniformado a vender comida en aceras y semáforos cercanos.
La situación preocupa a los vecinos de la República del Salvador, por lo que organizaron un plantón para el viernes 26 de julio, a las 18:30. Paola Burbano es una de las promotoras. Afirma que les preocupan las riñas, los robos, la falta de espacio para caminar y el riesgo de los carritos con cilindros de gas y aceite hirviendo.
A partir de la iniciativa, más vecinos se han unido para ayudar a mantener el orden. Los habitantes de los edificios ofrecerán al Municipio su aporte reemplazando adoquines dañados o cuidando jardineras y árboles. “El espíritu de esto es crear conciencia ciudadana de cuidar nosotros mismos nuestro espacio”, dice.
