Los habitantes de Quito exigen un mejor manejo de los contenedores

Un contenedor de basura abastece aproximadamente a 60 familias. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

Toda clase de malos olores salen del contenedor que está a los pies de la casa de Soledad Granizo, en Solanda. La mujer de 48 años reniega de la presencia de esa estructura tan cerca de su hogar. 

Desde la ventana de la cocina se ve claramente el aparato, que ya no tiene una tapa. Siempre está lleno y los desechos terminan ocupando la estrecha vereda por donde ya es difícil caminar a diario.

En Quito hay 54 rutas de atención de contenedores, según Emaseo. De estas, 20 están en el sur y 34 están en el norte. Por cada una se atiende un promedio de 100 envases, a través del sistema de carga lateral que disponen los camiones de la empresa municipal.

Pero Granizo critica ese proceso y asegura que tras levantar y recoger la basura hay restos que caen al piso y nadie los recoge. “Es un desastre, en las mañanas se encuentra todo sucio”, dice con desdén.

Incomodidad permanente

Los vecinos del barrio El Calzado, en el sur de la urbe, tienen que bajar de la vereda para transitar por ciertas calles. El espacio para los peatones es muy limitado, porque los contenedores ocupan buena parte de las veredas.

De acuerdo con Francisco Poveda, gerente general de Emaseo, hay estudios técnicos para determinar el mejor lugar donde colocar los recipientes. Si la ciudadanía lo solicita, se puede cambiar el lugar para evitar esos inconvenientes con los vecinos.

Pero el problema también es estético, porque las estructuras son muy grandes. Aunque la empresa explica que solo ocupan un área de 1,88 metros cuadrados.

Las tapas suelen ser robadas para venderlas como chatarra. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

Según Andrés Cevallos, experto en urbanismo, se debe brindar un espacio confortable a quienes transitan a pie. Y por ello propone dos alternativas: colocar más recipientes de menor tamaño o hacer una inversión y construir grandes contenedores debajo de la ciudad. Estos últimos deberían tener una estructura mucho más pequeña a la vista, para no interrumpir el tránsito normal.

José Antonio Chávez está de acuerdo con tener contenedores más pequeños. De esa manera, no tendría que esquivar autos en la calle y podría caminar por la vereda de manera normal, dice.

Cevallos lamenta que esto suceda, pero no lo sorprende. “Vivimos en una ciudad pensada para los autos. Entonces, es ‘preferible’ quitarles espacio a los peatones antes que reducir un carril”, agrega.

La inseguridad

Sofía Cuichán cuenta que algunos delincuentes se esconden en el interior de las estructuras para acechar a quienes pasan. Ella vive en Santa Rosa y rechaza la presencia de los contenedores. También ha sido testigo de persecuciones a presuntos malhechores que se han metido dentro de los contenedores para huir de las autoridades.

Cevallos argumenta que este problema también podría superarse al utilizar envases más pequeños. Incluso las tapas visibles en el exterior serían “menos vandalizables”.

Aunque deben ser lavados luego de la recolección, eso no siempre se cumple, por la cantidad de basura. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

Las plagas

De acuerdo con la Secretaría Metropolitana de Salud, en la ciudad de Quito había un promedio de siete ratas por persona en 2018. Se trata de una plaga que no se erradicará, pero que se intenta controlar a través de programas de desratización en los barrios.

Entre marzo y agosto de 2022, la Unidad de Bienestar Animal (UBA) ha coordinado 145 actividades de control de plagas. Eso incluye actividades de prevención y la colocación de cebos.

Sin embargo, para María Fernanda Solís, experta en salud pública, la solución está en eliminar las fuentes de alimento para los roedores. Eso incluye los contenedores de basura donde se acumulan desechos de todo tipo.

Para los moradores de La Comuna, en el occidente capitalino, es común ver o al menos oír a los animales. Si bien nadie los ha encontrado en el interior de los contenedores, sí se mueven alrededor, sobre todo cuando hay desechos desbordados en la calzada.

Los contenedores nuevos o reparados no suelen durar más de una semana en buen estado. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

Ana Puga ha pasado más de un susto y se niega a sacar la basura hasta los grandes tachos. “Me paralizo cuando veo una rata y mejor saco las fundas a la puerta, cuando viene el camión”, confiesa la madre de familia de 31 años.

Poveda insiste en que la ciudadanía debe hacerse corresponsable no solo de cuidar las infraestructuras de recolección, sino también de evitar problemas por el exceso de basura acumulada dentro y fuera de los recipientes.

En Quito se producen más de 2 200 toneladas de desechos al día. Se trata de un problema en la comunidad que no ha adoptado la costumbre de separar los residuos. Para Solís es indispensable reducir el consumo de productos desechables o de un solo uso.

A mayor cantidad de desechos, más animales llegarán al ver la fuente de alimento.

Puga ya trabaja en su casa en la creación de una compostera para botar menos basura y de ese modo aportar desde su hogar al cuidado de la ciudad que la vio nacer.

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