Después de pasar por un pasillo se llega a una habitación que tiene pocos muebles artesanales, entre ellos, un escritorio lleno de pinturas, témperas y pinceles.
La quiteña Liliana Gutiérrez cuenta historias y su percepción del mundo a través de ilustraciones dedicadas, generalmente, a niños y mujeres.
“Tengo tres hermanas y tres hijas, además una nieta. Mi mundo es femenino”. El ingenio y la creatividad los heredó de su padre, quien utilizaba los materiales que tenía cerca para crear flores o dar vida a las historias que relataba a sus hijas.
Gutiérrez asegura que su vida se desarrolla entre el diseño gráfico, que estudió en el Instituto Metropolitano en Quito, y la ilustración. Con tres compañeros crearon una empresa de ilustración, diseño y comunicación. En sus proyectos se destacan paisajes de la ciudad y los protagonistas de las tradicionales leyendas.
En uno de sus trabajos recreó el mito de Cantuña, en un delantal. Los trazos son negros y el único color de la ilustración es el rojo, que da forma al diablo que está sobre la iglesia de San Francisco.
La habitación queda reducida para desplegar los cuadros de papel que, a manera de piezas de un rompecabezas, dan forma a la capital. En cada uno se distinguen los espacios y protagonistas de la historia de Quito, que son sus moradores. Niños tomados de la mano de sus madres, jóvenes en bicicleta, vendedores y peatones mantienen diálogos con frases características de los quiteños.
“Uno solo puede representar lo que conoce”, comenta Gutiérrez al referirse a sus trabajos que retratan la ciudad.
Los rostros femeninos de sus obras se muestran en cada rincón de las paredes y sobre el piso de su taller. Los materiales también son diversos. Por ejemplo, utiliza témperas y retazos de tela de colores. El espacio de trabajo, además, está adornado con juguetes y objetos antiguos como un microscopio y un tocadiscos de vinilo. En el rincón de la habitación hay muñecas de trapo, títeres de madera y recuerdos de los viajes de sus amigos y colegas.
Gutiérrez trabaja en su casa. Comenta que allí se inspira más. Su vivienda se encuentra cerca del parque La Carolina, su lugar preferido de la ciudad. “Suelo decir que vivo en un barco navío y La Carolina es el mar. Me encanta”.