Los ojos que vigilan la actividad volcánica del Guagua Pichincha no se desprenden de él ni un día aunque el coloso vecino de Quito no esté, ni de cerca, comportándose como la Mama Tungurahua.
Entre la vegetación natural y las paredes de piedra volcánica del Guagua, hay unas estructuras que sobresalen. Son las estaciones de la red de monitoreo del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IGEPN). En el 2008, empezó un plan de fortalecimiento del Instituto para actualizar los instrumentos de vigilancia y elevar el nivel de la red de monitoreo en los volcanes, entre ellos, el Guagua Pichincha.
Es así como se instalaron líneas sísmicas de banda ancha, acelerógrafos, sistemas de posicionamiento global (GPS, por sus siglas en inglés) de doble frecuencia y otros componentes que emiten información en tiempo real de la actividad de este y otros 16 volcanes.
Estas estaciones, al igual que las llamadas analógicas, reciben un mantenimiento frecuente para verificar que funcionen correctamente. Un encargado de esa tarea es Francisco Mejía, de 27 años.
Con una caja de herramientas y una radio, Mejía revisó el viernes dos estaciones y una repetidora, que envía toda la información hasta el centro de monitoreo y alerta temprana. El intenso frío y el viento que se sienten en el volcán, al final no logran impedir su labor.
Normalmente, tras revisar las baterías, limpiar los paneles solares y graduar correctamente la repetidora, empieza su descenso desde la cumbre.
Un vaso caliente de agua de sunfo es ideal para contrarrestar los efectos de estar a más de 4 560 metros de altitud.
Ya en la sede del IGEPN, los departamentos de Sismología y Vulcanología encabezados por Patricia Mothes, se encargan de procesar los datos.
La experta estadounidense, que reside en Quito desde 1986, explica que, actualmente, la actividad del Guagua Pichincha se mantiene en niveles bajos. Ella dijo que en todo el mes pasado se registraron menos de 25 eventos sísmicos.
Ese número es mínimo si se lo compara con el Cotopaxi, otro volcán cercano a la capital. Ahí se midieron, aproximadamente, 25 eventos sísmicos por día en el mismo período.
Y es mucho menor todavía si se lo compara con el actual comportamiento del Tungurahua. El reporte del 14 de febrero (el más reciente hasta el cierre de esta edición), indica que en ese día hubo 126 sismos de largo periodo, aparte de explosiones con columnas de 3 km de altura, bloques que caen por los flancos y caída de ceniza en poblaciones cercanas como Tisaleo.
En general, Patricia Mothes indica que desde octubre de 1999, la actividad sísmica del Guagua Pichincha ha tenido picos altos y bajos. En aquella ocasión, el volcán registró una erupción que quedó grabada en la memoria de los quiteños, en especial el hongo con material piroclástico que se observó en toda la urbe.
Su baja actividad ha permitido que los turistas no dejen de llegar hasta él, atraídos por la belleza del paraje. Las chuquiraguas, gramíneas y sunfos dan un singular colorido a las faldas del volcán. Al ascender a la cumbre, se observan conejos, caballos y quindes que conviven libremente junto al coloso. Lo más recomendable para quienes deseen ir es acceder al refugio del volcán desde la población de Lloa, al suroccidente de Quito.
Pero la vigilante mirada quiteña quizá deba girarse un poco hacia el nororiente, hacia el Reventador, otro volcán activo. En el 2002, cuando erupcionó, en Quito cayó una capa de ceniza de 4 milímetros, mayor a la que se registró en la capital el 5 de octubre de 1999, cuando el Guagua lanzó su gran columna.
“Estamos a 100 kilómetros del Reventador y el actual aeropuerto está más cerca, a 65 kilómetros”, explica Mothes. Ella indicó que de producirse otro evento similar, es probable que la ceniza afecte a la capital. “El Reventador está al oriente, y los vientos, generalmente, van de oriente a occidente”.
En contexto. El 3 de febrero se registró una leve caída de ceniza proveniente del volcán Tungurahua en Quitumbe, en el sur de Quito. Este fenómeno puso en evidencia la necesidad de un monitoreo constante de los volcanes cercanos a la urbe.
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