Gabriel Calderón se coloca unas gafas plateadas, un casco y un par de guantes negros antes de montarse en su bicicleta Gary Fisher. Son las 07:40 de la mañana y está listo para desplazarse desde su casa, ubicada en el sector de La Granja, hasta su oficina, junto al colegio Benalcázar.
Esta es una rutina que repite a diario. Ya embarcado en su ligero vehículo toma uno de los pasajes de la urbanización, a la altura de la calle Nuño de Valderrama, para bajar por la avenida Mariana de Jesús. Mientras los conductores se alteran por la aglomeración de autos en la vía y permanecen estancados en algún semáforo por minutos, Calderón ya ha llegado a la avenida América.Hace dos años, el ingeniero mecánico de 31 años se reencontró con uno de los juguetes de su infancia. No recuerda la edad exacta que tenía la última vez que paseó en una bicicleta, pero ahora no le fue difícil volver a pedalear.
Antes de estrenarse como ciclista, Calderón hablaba constantemente con los amigos de los problemas que tenía al movilizarse en su auto por la ciudad. Encontrar un lugar seguro donde estacionarlo cerca de su oficina o enfrentar los embotellamientos eran problemas cotidianos.
Un día, un amigo suyo le sugirió que intentara movilizarse en bicicleta. Calderón cuenta que al principio no creía mucho en la idea, pero el estrés por el tránsito y por el tiempo que le tomaba llegar a su oficina y regresar lo animaron a probar.
“Entonces, empecé a entrenar. No fue de una que opté por ir al trabajo en bici. En las noches me hacía una, dos, tres cuadras y todos los días aumentaba el trayecto, hasta que un sábado me fui a la oficina y regresé sin problemas. Entonces, vi que era posible y desde ahí lo hago todo el tiempo”.
A Calderón le gusta ciclear cómodo. Ayer salió de su casa vistiendo unos jeans celestes, una ligera chompa roja y unos Converse grises. Antes de salir, conectó un sistema de manos libres con su teléfono celular.
Su recorrido diario continúa por la avenida Atahualpa. Tras cruzar con cautela por el paso a desnivel, ingresa a la ciclorruta trazada en el parque La Carolina. Los automotores esperan que el semáforo de la avenida Amazonas cambie de rojo a verde para rodear el parque y tomar la avenida Naciones Unidas. Pero el ciclista, en poco tiempo, ya está en la avenida De los Shyris.
Calderón no tenía una bicicleta cuando nació su inquietud por movilizarse así. “Cuando le conté a mi familia, mi hermano me dijo ahí hay una bici, úsala, si te gusta te compras una y si no, la devuelves. Pero nunca la devolví”.
Poco a poco la equipó para convertirla en un vehículo más seguro. Le puso luces adelante y atrás, armó su kit de reparación de llantas, compró los accesorios adecuados para protegerse y aprendió algo básico para un ciclista urbano: conducir a la defensiva. “No puedes tomar riesgos, porque cualquier tipo de colisión va a ser fatal. Debes manejar de una forma prudente y seguir las mismas reglas de tránsito que en auto”.
Gracias a esa actitud al volante no ha tenido mayores problemas en las calles. “Los más agresivos son quienes conducen vehículos de transporte público, pero a la final es una conducta irresponsable porque cuando vas en bici, lo único que haces es aliviar el tráfico y favorecer su trabajo”.
En el tramo final, Calderón cruza por el paso cebra y toma la calle Portugal. El guardia del edificio donde trabaja, en la Irlanda y República del Salvador, le abre la puerta. Luego de asegurar su bici, Calderón saca de la mochila naranja que cargó en el camino una camisa, una corbata y un terno de casimir. Sus zapatos y una leva están en la oficina. Se cambia y pronto está listo para trabajar.
No luce cansado. El trayecto duró apenas ocho minutos, frente a los más de 15 que le tomaba llegar en auto. Al terminar la jornada, en 20 minutos estará en casa, la mitad del tiempo que en su antigua ruta. “Te sientes mejor y estás de buen ánimo siempre. No te complicas la vida y cualquier cosa que te pase se va en la pedaleada”.