El Inti Raymi (fiesta del Sol) es una celebración de las comunidades indígenas de Cayambe, Otavalo, Cotacachi, entre otras. En el festejo se agradece a la madre tierra la bondad de sus cultivos.
El 19 de junio, en el sector de la Argelia (en el sur), se realizó una celebración que evitó a los asistentes viajar decenas de kilómetros para conocer la cultura ancestral de aquellas provincias.
La inauguración comenzó con una misa ofrecida por el padre Luis Vera, de la comunidad Jesús Misionero. A la ceremonia asistieron 21 vecinos del barrio Hierba Buena no. 2.
Vera dijo que es rescatable que se integren la cultura indígena con la religión católica, porque se unen las tradiciones de dos continentes.
Mientras el Padre transmitía los sermones católicos, también bendecía el fuego y agradecía a la madre tierra por los alimentos que a diario ofrece a la comunidad.
Al terminar la misa, la pareja de priostes, Amparo Solórzano y Luis Chasipanta, caminó por la calle Taya hasta la Cahuasquí. Durante el recorrido invitaron a los vecinos a unirse a la fiesta.
Detrás de los priostes, 18 hombres representaban a los rucos (una banda que abría los festejos en las comunidades indígenas).
Francisco Morales, representante de los rucos, explicó que por esta fecha los dueños de las tierras daban a los campesinos una semana de fiestas por la abundancia de las cosechas.
Desde entonces, los rucos se disfrazan como hacendados en su honor, puntualiza Morales.
Los rucos de La Argelia vestían trajes y máscaras. Su función era tocar y bailar música andina para amenizar el ambiente.
Detrás de la comparsa se unieron los curiosos y fiesteros, algunos llevaron chicha y mote para compartir con la comunidad.
Desde la puerta de su casa, Mayra Guamán, moradora del barrio, observaba el festejo con felicidad. “Esta es una costumbre que no debería perderse, porque nos recuerda nuestras raíces”.
Nada mejor para recordar las tradiciones que ver bailar al Aya Huma entre la multitud. Como por arte de magia, el mítico personaje apareció para representar el mal en el hombre.
Su danza tenía flexiones inesperadas y un movimiento coordinado de brazos y piernas. A veces, rodeaba a las personas con saltos. Según Guillermo Chacusig, el hombre detrás de la máscara pretende mostrar a los asistentes que el mal ronda y transforma a cualquier persona.
La maldad, la bondad, el amor y la celebración se dieron cita en este lugar para mostrar a la gente que las tradiciones indígenas existen y pueden ser compartidas por todos, aseguró Rosa Pérez, vecina del sector.