El olor a pristiños, tamales y dulce de higos invadía ayer la Feria de Dulces. Las carpas y mesas plásticas blancas acogían a las docenas de personas que acudieron hasta el Museo de la Ciudad, en el Centro.Ana Oquendo ocupó una de las mesas para disfrutar de unos buñuelos junto a sus familiares. Aprovechó el fin de semana para pasear por el Centro Histórico y probar los dulces quiteños. “Hemos probado de todo: tamales, buñuelos, empanadas…”.El lugar estuvo atestado al mediodía. Los asistentes también observaron cómo se elabora la espumilla. El platillo se preparó manualmente frente al público. Sonia Torres apuntaba en un papel la receta para preparar el dulce en su casa. “A mis nietos les encanta. Voy a aprender”. La entrada, al acto que culminó ayer, costaba USD 0,25. Y los asistentes podían llevarse un recetario para preparar jucho, helados de paila, obleas, bolas de maní, colaciones, entre otros. Graciela Campaña atendía en uno de los puestos. Ella contó que la feria se efectúa desde hace 13 años y en todos ha participado. Para la comerciante de pristiños y tamales esta es una oportunidad para dar a conocer los encantos de la cocina quiteña.Con ella concuerda Oquendo. Ella visitó la feria para que su hijo conociera los dulces que se preparaban cuando ella era niña. “Las colaciones, la caca de perro, eran los dulces de la época”.