Con el paso del tiempo, Helena (nombre protegido) ha aprendido a hablar más bajo y pausado. Ya no dice jaba, sino funda, ni bolígrafo, sino esfero. Afirma que entiende que al radicarse en Quito, desde hace dos años, debía adaptarse a la ciudad y convivir con su gente.
Pero esto no ha sido fácil para esta joven cubana. “Uno nunca quisiera ser emigrante realmente, pero salí por problemas económicos, para probar suerte”, dice. Ella tiene 28 años y es cajera de un restaurante en La Mariscal, desde hace dos meses. Su esposo, de 33, es el administrador de un bar en el mismo sector.
La estabilidad tardó en llegar. “Lo más complicado fue conseguir trabajo. Nos han hecho millones de estafas . No nos querían pagar por no tener papeles. Prometían pagarme lo establecido, pero luego no me pagaban, trabajaba 20 días y luego nada”.
De acuerdo con su experiencia, considera que para ella y sus compatriotas es mucho más fácil conseguir trabajo en el ámbito gastronómico y comercial.
Ahora, Helena tiene sus documentos en regla y ya la afiliaron al IESS. Pero antes de lograrlo, tuvo que denunciar a un ex jefe que no quiso pagarle por su trabajo y que hasta negó conocerla.
Una fiscal le ayudó en ese momento. Yo soy economista y trabajaba en una industria de muebles en Cuba, acá trabajé en una constructora y después en bares y discotecas. “Ya parece que el ecuatoriano se ha acostumbrado a nosotros o que se ha dado cuenta de que nosotros no somos tan malos”.
Cerca de su trabajo está Ray, un chico de 22 años que pronto será padre. Lo que más lamenta de su situación es que por no tener aún papeles, no podrá registrar a su bebé con su apellido, pese a que su novia es ecuatoriana.
Dice que los cubanos no pueden casarse con ecuatorianas, a raíz de que hubo matrimonios a cambio de dinero, para poder legalizar su situación en el país.
En medio de su afán por regularizarse en Quito, Ray se encontró con una abogada que le ofreció por USD 2 400 tramitar sus papeles. Él le adelantó 1 200, pero la mujer desapareció.
La siguiente opción es conseguir estatus de refugiado, pero según él, a los cubanos se les concede por un mes, mientras que a los extranjeros de otros países reciben estos documentos por tres o seis meses. “Ahora, estoy tranquilo, pero lo único que no me deja dormir es que no tengo papeles. Nada más. Yo lo que quiero es estar aquí y trabajar”.
Railid tiene nueve meses en Quito. Reconoce que en Ecuador hay más oportunidades de trabajo que en Colombia. “Yo pienso que la gente grosera es la que no ha estudiado. En mi país de esos hay algunos”.
Los tres extranjeros saben que para ganarse el aprecio de las personas hay que ser educados. En Quito, el 22% de personas no quisiera tener de vecino a una persona de otra nacionalidad.