Es una de las zonas mejor ubicadas de Quito. Está cerca a centros comerciales, bancos, planteles educativos, hospitales, restaurantes y se puede llegar en bus desde cualquier lugar. Vivir cerca al Estadio Olímpico Atahualpa tiene muchas ventajas, pero los vecinos se quejan de un problema: todo se vuelve caótico cuando se organiza un concierto.
El estadio es uno de los íconos del sector. Se construyó hace 71 años y además de ser un escenario deportivo, es el lugar donde se presentan los grandes artistas que visitan el país. En conciertos, tiene una capacidad para recibir a cerca de 30 000 personas. Y tanta afluencia genera molestias en la comunidad.
Cuatro problemas
Michelle Carrera ha vivido toda su vida frente al estadio. Admite que la ubicación de su casa es estratégica y tiene varias ventajas, pero cuando hay un concierto, es insufrible, sostiene.
La principal molestia es el mal uso del espacio público: la gente siempre se parquea frente al portón de su casa y no puede meter ni sacar su auto del garaje.
A eso se suma el tráfico que genera el cierre de vías. Recientemente hubo tres conciertos seguidos (Arjona, Daddy Yankee y Marc Anthony) y estuvieron con aforo lleno. “A los dueños de casa nos piden la matrícula para dejarte pasar, pero es una pérdida de tiempo”, cuenta molesta.
Otro de los problemas es el ruido. Michelle asegura que la última tanda de conciertos pasó dos semanas sin poder dormir debido a todo lo que implica el armado de los escenarios, la entrada de los tráileres, pruebas de sonido… Trabajan toda la noche.
En esos días, su prima llegó de visita y le rompieron el parabrisas del carro para robarle.
En efecto, la inseguridad es otra complicación. Marcia Buitrón también es moradora de la zona, y cuenta que su mayor preocupación son los asaltos. Antes, durante y después de los conciertos hay jóvenes que se ubican en las veredas o parques cercanos a libar.
Marcia es dueña de casa y no ha pensado en mudarse; solo pide más control y coordinación con la Policía. Propone crear un chat comunitario con la participación de los oficiales para que, en caso de una emergencia, se pueda alertar de inmediato. “No estamos en contra de los conciertos, pero debe haber más control”, reclama.
En esta zona también las calles que bordean el estadio se volvieron comerciales debido a la afluencia de personas. Hay una treintena de locales. María Gabriela Mestanza tiene un restaurante en la calle José Correa desde hace una década atrás.
Cuenta que cuando hay un evento artístico en el estadio, ella duplica sus ventas, sobre todo los días previos ya que todo el personal que trabaja en la preparación se vuelve cliente suyo. Pasa de ofertar 300 platos al día a 600.
Pero las rentas son caras: por su local paga USD 1 500 al mes, aunque la venta es buena. Lo malo, dice, es que los días en los que no hay conciertos ni partidos, el sector es botado, en especial en las noches, por lo que pide más patrullajes.
A todo esto se suma que las calles quedan sucias al día siguiente, lo cual es una molestia para los vecinos del estadio.
Cuando no se desarrollan eventos deportivos ni artísticos, la zona cerca del escenario es, más bien, tranquila. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO.
La reactivación
A raíz de la pandemia, en el 2020 se suspendieron los eventos masivos en el país y no se entregaron permisos para ningún concierto.
Washington Casamen, intendente de Pichincha, cuenta que apenas hace algo más de un año se reactivaron los eventos masivos. Desde enero hasta octubre de este 2022 se han autorizado cinco conciertos en el estadio.
En la Alcaldía de Mauricio Rodas (2014 – 2019) se barajó la posibilidad de volver al Parque Bicentenario (exaeropuerto) el nuevo escenario para conciertos masivos. De hecho, allí, luego de unas adecuaciones, se realizó el concierto de Sting como parte de Quitonía. Pero la propuesta no se consolidó, y los lugares preferidos siguen siendo el estadio, el Coliseo Rumiñahui y la Plaza de Toros.
El concejal Bernardo Abad explica que en Quito no hay una ordenanza que defina dónde se debe hacer los conciertos. El empresario tiene libertad absoluta para definir dónde quiere organizar el evento, siempre y cuando cumpla con todos los requisitos.
Considera que la ciudad debe buscar reactivarse económicamente para sobreponerse de la crisis provocada por la pandemia. Un concierto –dice- no solo representa ganancia para el artista, sino para sus músicos, para quienes trabajan en el tema de la iluminación, amplificación, en el armado del escenario y demás.
Eso sí, debe ir acompañado de un plan de control de la Policía Nacional y Metropolitana, la Agencia Metropolitana de Control y demás entidades.