Le cuesta mantenerse en pie. Es necesario que su primo lo sostenga del brazo para ayudarlo a caminar. La mañana de este martes de 10 de marzo del 2015 el esposo de María Fernanda Luzuriaga Buitrón, quien perdió la vida en el accidente de tránsito de un Chevrolet Spark registrado la noche de ayer, 9 de marzo del 2015, en la avenida Simón Bolívar, llegó a Medicina Legal a retirar el cuerpo.
Según el registro de ingreso de la morgue, a las 23:40 se recibió el cadáver de la mujer. El documento de Medicina legal detalla que la víctima perdió la vida en un accidente de tránsito ocurrido aproximadamente a las 22:00.
Las entidades de socorro reportaron que anoche, a 500 metros al norte del puente de Guápulo (donde esa mañana se habían reportado otros dos choques), un auto, de placas PCM-4477, se impactó contra un poste y quedó incrustado entre este y la ladera de una montaña que bordea a la vía. La cabina del Chevrolet quedó completamente destrozada. Los bomberos utilizaron herramientas hidráulicas para rescatar el cuerpo de la mujer, atrapado en el vehículo.
Luzuriaga, ecuatoriana de 40 años, fue presidenta del Banco Cofiec. En el 2012, ella firmó la demanda por el incumplimiento en el pago del crédito de USD 800 000 otorgado al empresario Gastón Duzac.
En Medicina Legal, el esposo casi no puede hablar. Su familiar se acerca a la ventanilla de la morgue y da los nombres completos de la fallecida. Una chica toma los datos, y luego sale de la oficina con un documento en la mano. ‘Sí. Aquí está. Ingresó ayer’, dice y da más datos referenciales.
El llanto se vuelve incontenible. La empleada les ofrece el pésame y explica que ahora deben acercarse a la Fiscalía de Tránsito y sacar la orden de autopsia. Deben presentar la copia de la cédula de la fallecida y de la persona que retirará el cadáver.
El esposo respira hondo y dice: ‘quiero verla’. Él es peruano y vivía con Luzuriaga en Quito desde hace tres años. Tenía negocios en su país natal, por lo que desde hace una semana se encontraba en Perú. A las 02:00 de hoy martes recibió una llamada alertándole de la noticia.
Él y su primo tomaron el primer vuelo hacia Quito. Todavía con su mochila sobre la espalda, el esposo sale de la sala de autopsias, deshecho. Se sienta en el suelo, pone sus manos sobre el rostro y la agonía continúa.