Transitar por el bulevar de la J, ubicado en la calle José María Alemán del sector Solanda, es una experiencia muy distinta entre el día y la noche. En las primeras horas del día, este espacio público es de los peatones, pero con el transcurrir de las horas la realidad va cambiando.
A las 10:00 comienzan a llegar los primeros vendedores autónomos, que desde hace mucho son parte del entorno. Están los que inician la jornada desde bien temprano y quienes prefieren llegar a mitad de tarde para laborar hasta bien entrada la noche.
Por la noche, desde las 18:00, el tránsito de personas aumenta considerablemente y se convierte en una calle de alta vida comercial. A la presencia de los autónomos se suma la variedad de locales comerciales de la J: negocios de ropa, peluquerías, tiendas de electrodomésticos, relojerías, farmacias y locales de comida.
“Choclito con queso, choclito con queso”, vocifera Luis Jaya, vendedor informal para atraer a los comensales. Desde hace cuatro años vende comida en el bulevar junto con su esposa Virginia Paredes, a pesar de no contar con permiso. Jaya ha pagado hasta 100 dólares de multa por laborar sin autorización y además sus productos han sido incautados.
Juan Zapata, secretario de Seguridad y Gobernabilidad del Distrito Metropolitano, aclara que no se trata de decomisos, sino de retención de mercancía, que puede ser recuperada con multas o trabajo comunitario.
Las ventas a lo largo del bulevar de Cotocollao (norte) se inician desde la mañana. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
La Agencia Metropolitana de Control, con apoyo de la Policía Metropolitana, realiza semanalmente operativos de control en estas zonas, en cumplimiento a la Ordenanza Nº 332, que regula el uso del espacio público y prohíbe su utilización para actividades comerciales, sin la debida autorización. La sanción es equivalente al 50% de una remuneración básica unificada.
Jessica Lumbi, de 22 años, se dedica al comercio informal desde que era niña. A los 7 años comenzó a trabajar con sus padres, a la salida del Mercado Mayorista. Actualmente, vende frutas y legumbres en el bulevar de la J. Admite que a algunos moradores no les gusta su presencia porque hay vendedores que ensucian las calles y no limpian.
Diana Espinoza, vecina del sector, es de las que considera que los comerciantes sí ensucian las calles. “Tienen derecho a trabajar, aunque no tengan capital para arriendo”, señala Lupe Robles, habitante de la zona, quien suele comprarles frutas y vegetales por ser más económico.
Comerciantes formales de la zona se sienten afectados. “Ellos venden mercancía pirata a bajo costo y sin pagar impuestos. Esto afecta la economía nacional. Lo mejor sería que les reubiquen en locales”, señala Patricio Paguay, quien vende ropa en un local de la calle José María Alemán.
En el bulevar de Cotocollao, en el norte, los comerciantes autónomos comienzan a trabajar desde más temprano. Desde las 10:00 hay venta de legumbres, artículos de aseo, cigarrillos, tejidos, carteras, y sombreros, entre otros. Por las noches, solo en la primera cuadra se agrupan alrededor de 20 vendedores en la calzada, donde se ubican maniquíes para lucir la ropa, que algunos compradores se prueban en plena calle sin problemas ni pudor.
“No me gusta que estén acá, daña la imagen de la ciudad. Pero si veo algo económico, les compro”, dice María Sandoval, quien se decidía por una prenda de ropa usada.
Algunos comerciantes se quejan del trato de los funcionarios en los operativos. Sin embargo, Zapata señala que 43 policías han sido agredidos durante este año en los operativos de control.
Reconoce que la situación de los comerciantes autónomos es un problema social, la falta de empleo, que aumenta producto de la crisis económica. Explica que además de los operativos regulares, en 2017 el Municipio implementará una herramienta tecnológica que redistribuirá de mejor manera los comercios autónomos.