El jueves la Empresa Eléctrica Quito instaló un panel solar en el barrio Jaramillo, en Lloa. Los Titumaita ya tienen luz. Foto: Misael Morales / EL COMERCIO
Al caserío Jaramillo es difícil llegar y pocos conductores se animan a subir al cerro por el camino culebrero. A una camioneta 4X4 le toma 60 minutos desde Quito, por una vía pavimentada, la cual se transforma en un sendero de tierra al final de su recorrido.
Unos 20 minutos antes de llegar al punto, desde la parroquia de Lloa se divisa el anejo que aparece y desaparece entre la neblina. Tras otros cinco kilómetros de viaje, se llega a una casa desvencijada y rodeada de árboles lecheros.
En mitad del patio, José Titumaita -apoyado en una muleta- saluda a los forasteros. Tiene 85 años y su mirada permanece fija sobre el grupo de trabajadores de uniforme azul.
Los hombres son de la Empresa Eléctrica Quito (EEQ) y llegaron hasta Jaramillo, vía al volcán Pichincha, a instalar un panel solar y dotar de energía a esa humilde vivienda.
A José Titumaita le acompaña su esposa María Juana González, de 82 años. Desde 1972, la pareja pasa sus días a 3 300 msnm, y sin energía eléctrica. Sus cinco hijos, una vez casados, bajaron al pueblo y allí hicieron sus vidas.
Los adultos mayores se quedaron en su propiedad y, a estas alturas, es difícil que salgan de ahí, dice Arturo Sotomayor, presidente del Gobierno Parroquial de Lloa. Cuenta que las tierras que están alrededor del terreno de la pareja pertenecen a 26 exhuasipungueros que trabajaron en la hacienda Concepción de Monjas. Como parte de sus liquidaciones, tras la Reforma Agraria, se hicieron de esos predios.
Muchos de esos sitios, que se extienden entre los caseríos Jaramillo y Pusir, se benefician del proyecto ‘Cero viviendas sin luz’, aquel que implementa los sistemas solares fotovoltaicos en casas aisladas de la zona de influencia de la EEQ (Pichincha, una parte de Imbabura y Napo).
La empresa tiene un área de cobertura de 15 000 kilómetros cuadrados y, según Milton Balseca, gerente de proyectos especiales de la EEQ, el 99,7% tiene energía eléctrica; solo en aquellos sitios que no la tienen se aplican los paneles solares. No hay otra alternativa porque los costos de extender las redes eléctricas son altos: 2 kilómetros costarían USD 12 000.
La ayuda con la energía solar arrancó en el 2014, pero hubo años en los cuales se apagó la campaña. Para el 2018 se reanudó, comenta Balseca. Hasta la fecha hay 450 familias beneficiarias (ver mapa).
Desde inicios del 2019 la instalación de paneles se activó con fuerza porque tienen, comenta el funcionario, 500 familias inscritas para acogerse al plan. En bodega de la institución hay 180 equipos.
Mientras los técnicos instalan los reguladores y las baterías de los paneles, dentro de la casa de María Juana, la adulta mayor cuenta las penurias que ha pasado sin energía.
Se pegaban tremendas caídas porque, a veces, no tenían dinero para comprar las velas o los mecheros para alumbrar en medio de la oscuridad. Los que más sufrían eran los hijos.
En medio del recuerdo, Balseca aprovecha para contarle que todo el sistema que se está montando en su hogar se llama sistema fotovoltaico y consiste en tres paneles solares de 130 vatios cada uno, colocados sobre un pedestal de acero galvanizado de tres metros de alto.
¿Cómo funciona? La radiación solar golpea sobre el sílice y se convierte en energía eléctrica dentro de los paneles, de ahí va al controlador de carga para ser usada, a través de las baterías, durante la noche. Todo ese aparataje servirá para que tenga seis focos, radio, televisión, canal satelital, teléfono, licuadora e incluso una pequeña refrigeradora.
El servicio se cancela a través de un sistema prepago (USD 4 al mes) y por días de energía; al momento se ha recargado en los sistemas 60 días, luego cada familia mediante una memoria portátil recargará el número de días de servicio que desee, en los puntos de recaudación de la EEQ.
Los paneles duran 20 años, los reguladores 10 y las baterías 5; lo malo: estos últimos aparatos son de plomo ácido, contaminantes y pesados; además, cada uno pesa 80 libras y en una casa se colocan dos.
Los planes de la institución, cuenta Balseca, son comprar otros 350 paneles solares más modernos, con baterías de litio que no pesan más de 50 libras y con una duración de 10 años. Además, en cada casa solo se colocaría una batería.
El proyecto Cero viviendas sin luz se sigue socializando, hace poco se suscribió un convenio con la Empresa Eléctrica Regional Norte (Emelnorte) porque allí se quiere adoptar el mismo modelo de paneles y el prepago, cuenta Balseca. Hasta el momento se entregaron 10 equipos para que se hagan las respectivas pruebas.
Después de tres horas de trabajo, la gente de la EEQ termina la instalación del panel solar, se prende la luz y suena fuerte la radio. José y María Juana no resisten las ganas de bailar y se quedan exultantes; sus cinco hijos y sus parejas les acompañan en esa alegría. ¡Viva la luz, viva la luz!, gritan.
Casi de inmediato, los hombres de azul se marchan con dirección al caserío Chirinchos, a instalar otro sistema solar.