En Barrionuevo, Michael Ramírez atiende en la puerta de la tienda. Los clientes esperan en una hilera, con mascarillas. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Los frigoríficos, las cubetas de las frutas y vegetales, las clásicas barandas de madera de antaño o un par de tiras cruzadas. Esas son las barreras que cientos de tiendas de Quito colocan para evitar que los locales se llenen y protegerse del covid-19 sin dejar de trabajar.
Con el pasar de los días de aislamiento obligatorio, estos pequeños negocios han creado sus propios sistemas para cuidarse y, a la vez, dar confianza a sus clientes.
Los compradores, en los barrios donde no se registran tumultos, van con mascarilla y se están acostumbrando a hacer fila a por lo menos un metro de distancia uno del otro y a esperar su turno con paciencia y de forma ordenada.
Según la Asociación de Industrias de Bebidas No Alcohólicas del Ecuador (AIBE), la Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos y Bebidas (Anfab) y la Cámara de Industrias y Producción (CIP), en Ecuador hay unas 130 000 tiendas de abarrotes y el 90% de sus propietarios depende solo de ellas.
El Municipio tiene un registro que incluye a 9 246 locales con Licencia Metropolitana Única para el Ejercicio de Actividades Económicas (LUAE) que expenden alimentos y otros productos.
Según la AIBE, las que más servicio ofrecen son unas 1 750 tiendas, porque son las de mayor alcance (son locales más grandes).
Lo dice Christian Wahli, presidente de Anfab. Desde hace tres semanas, explica, las empresas de este sector operan en condiciones de emergencia, con el fin de abastecer al mercado local.
Las tiendas de barrio “cumplen una función de atender inmediatamente a sus vecinos y evitan que ellos vayan a sitios de aglomeración”. Las tiendas cumplen un trabajo no solo económico sino social, añade.
Paola Andrade, quien ayer compraba en una tienda en el sector de Barrionuevo (sur), señala que antes de la emergencia iba a supermercados, covachas, ferias y tiendas, según lo que requiere.
Pero ahora se siente más segura sin ir lejos de su casa y prefiere abastecerse dos veces por semana en esa tienda de la calle Japerabi, antes que ir a alguna cadena de compras. “No llevo mucho, sino lo que necesito para los tres que somos en la casa”.
El lugar se llama Supermercado La Economía y lo atiende Michael Ramírez junto a su madre y a una persona que trabaja con ellos.
“Cargamos lo que más podemos los días que sí se puede circular en el Mayorista y aquí atendemos a los clientes, pero pusimos una barricada para que no entren”, dice, mientras acomoda una mascarilla en su rostro.
Cuenta que la gente trae listas, para agilizar la compra. En ese local no se ha registrado desabastecimiento, pero sí demoras con ciertos proveedores, porque no alcanzan a llegar con los pedidos por el toque de queda.
Las tiendas cierran entre las 13:00 y 14:45, dependiendo de si sus dueños viven o no en la misma casa.
Walhi indica que AIBE, Anfab y la CIP trabajan junto con entidades estatales como el Municipio de Quito y el Ministerio de la Producción para capacitar a los tenderos. Se usan campañas en redes con ‘hashtags’ como #GraciasTenderoAmigo, #MiTiendaAbierta o #MiTiendaSegura y se entregará material informativo para asesorar a los tenderos sobre una forma segura de trabajar.
Por ejemplo, la idea es aclarar dudas sobre el toque de queda y las restricciones.
Según los gremios, los tenderos pueden circular sin restricción de placa para abastecerse y aunque deben cerrar sus negocios máximo a las 14:00, pueden continuar trabajando con entregas a domicilio hasta las 19:00.
Por eso les recomiendan ofrecer a sus clientes un número de WhatsApp, para que envíen sus pedidos.
En La Floresta, Hugo Panchi atiende en la puerta de su tienda. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Hugo Panchi y su esposa Rosa tienen su negocio La Preferida, frente al redondel de La Floresta desde hace 40 años. Desinfectan cada noche el piso de la pequeña tienda y usan mascarilla todo el día. El gel y el alcohol no faltan en el mostrador.
Cuenta que algunas marcas de leche, dulces y pan de tajada no están llegando. Otros llegan puntuales y el resto lo compra él en el Mayorista. “Lo que más nos piden son cigarrillos y licor, pero eso último no tenemos. Parece que para los nervios”.
Él, Ramírez y Olga Enríquez, quien tiene una tienda en La Tola, dicen que a pesar del horario reducido, la demanda subió, por quienes no tienen vehículo o prefieren no ir a grandes centros de abasto. Los tenderos se ingenian para vender reduciendo el riesgo de contagios.
EL COMERCIO
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