L os pueblos de la Sierra y la Costa, por donde pasaba el ferrocarril Guayaquil-Quito, puede ser que añoren todavía la desaparición de este medio de comunicación, que era el asombro y durara hasta la primera mitad del siglo XX, llegando a conectar las dos regiones antes aisladas.
En siglos anteriores, las rutas habían sido las del camino de herradura, en algunas partes temibles por el peligro de los despeñaderos o el hielo de volcanes nevados. Un reciente discurso de incorporación a la Academia de Historia, actualiza ágilmente: “La ciclópea travesía en viaje de Guayaquil a Quito en la República 1830-1930”, de Alfonso Sevilla.
Pero viajeros y científicos, especialmente los que midieron un arco del meridiano terrestre, fueron pródigos en relatar desde 1736 lo sacrificado que era trasladarse de la Costa a la Sierra o viceversa. Pero ocurriría un advenimiento de la modernidad, un cambio de época, el 25 de junio de 1908, después de vencer enormes obstáculos, inclusive ideológicos y religiosos, el Ferrocarril del Sur arribaba a la Estación de Chimbacalle, en medio del fervor nacional.
Empero, no habrían corrido los cuatros años siguientes, cuando el mismo pueblo, que hacía poco vitoreaba el paso de la locomotora, y a su ejecutor, el General Eloy Alfaro, azuzado por sus enemigos políticos, se alzaría violentamente contra el ex gobernante y algunos de sus comandantes. Los asesinarían vilmente en prisión, llegando al arrastre de sus cadáveres por las calles, y la quemazón de sus restos en el parque de El Ejido, el 28 de enero de 1912.
Diego Moscoso P. relata las últimas 50 horas de los cautivos. Cuenta citar el episodio porque todavía se hallan contrapuestas viejas ideas, conservadoras y liberales, que más bien resultan ejercicios de retórica o dialéctica. Para el estudio de las ideas, sin embargo, trasciende la oculta controversia, en conmemoración del centenario de tan desafortunado desborde de pasiones humanas y odios políticos, que terminó en la tragedia.
Las nociones de la modernización se habían filtrado al país desde el último tercio del siglo XIX. Siguiendo a Byron Castro, “fue el presidente García Moreno quien tomó la resolución de construir el Ferrocarril del Sur”, siendo el 23 de abril de 1861 que la Asamblea facultó al Presidente para ejecutar los trabajos. Pero no sería sino hasta 1873 cuando verdaderamente se iniciaron las obras, y para 1875, cuando también sería asesinado García Moreno, ya llevaban 27 millas de la línea, habiéndose postergado todo para dar preferencia a la carretera de Quito.
No hay duda que los rasgos de la Revolución Industrial, cuyo signo más relevante en Inglaterra fue el ferrocarril, habían llegado al país, con la anomalía que era una pequeña sociedad, al mismo tiempo capitalista por el auge del cacao y el comercio, como semifeudal, por el uso del peonaje por deudas o concertaje. En medio de un sistema de “colonialismo interno” en la Sierra (Burgos 1970-80), los indios vieron por primera vez un salario (3 reales) y otros inventos como la luz eléctrica, aparecían junto con las ideas liberales que se imponían por obra de los soldados y por el cambio época.