El general Alberto Enríquez Gallo (1895-1962) nació en Pachusala, una hacienda cercana a Latacunga, pero el gran centro de sus andanzas fue Quito. No solo fue un militar muy conocido sino que un día se batió a duelo con un senador y otro día fue nombrado dictador –o Jefe Supremo- del Ecuador y en nada le fue mal.
Enríquez Gallo -apodado el ‘Mashca’- fue ascendiendo paulatinamente, comenzando como sargento, pasando por teniente capitán, teniente coronel y coronel. Estuvo en las batallas de Huigra, Naranjito y Yaguachi, fue parte de la Revolución Juliana de 1925 y de la Guerra de los Cuatro Días.
En mayo de 1927, cuando era profesor de equitación, sus superiores dispusieron que viajara a Santiago de Chile para comprar caballos.
Trabajó bien y en junio tenía listo el pelotón caballar, pero no llegaba la plata. Era el Gobierno de Isidro Ayora, quien dictó un decreto, asignando 75 000 sucres para la compra de equinos y 200 dólares para Enríquez.
Pasaron meses y nada. El oficial se hizo de buenos amigos y de vez en cuando acompañó a los militares chilenos en sus fiestas, demostrando su condiciones para tocar piano y guitarra e interpretar música ecuatoriana. Un año permaneció Enríquez hasta que llegó el dinero y regresó, molesto pero proclamando “misión cumplida”.
Fue nombrado jefe del batallón de caballería Yaguachi. Se cumplieron entonces sus sueños y tuvo papeles destacados en los episodios posteriores, incluyendo el ascenso y la caída de Velasco Ibarra.
En 1933, un senador costeño, Adolfo Gómez Santistevan, tuvo un problema con oficiales del batallón Yaguachi y desafió a duelo al capitán Galo Borja. El coronel Enríquez asumió la responsabilidad como jefe y se acordó un duelo Gómez-Enríquez, el 1 de septiembre.
El duelo fue en el campo de aviación y con revólver calibre 32. El senador Gómez Santistevan hizo el primer disparo y erró. Cuando le tocó a Enríquez, disparó al suelo diciendo “yo no mato a un perro”. Era campeón de tiro al blanco.
En 1935, tras la caída de Velasco Ibarra, el ministro de Gobierno Antonio Pons asumió el mando. Los militares escogieron a Federico Páez para Jefe Supremo. Los Altos Mandos le retiraron el apoyo y pidieron al general Enríquez que asumiera la Jefatura. Se negó anotando que no sabía de finanzas ni de política, pero finalmente, tras siete horas de diálogo, aceptó y asumió el 23 de octubre de 1937.
Fue una grata sorpresa. Trajo a los desterrados, propició la paz y el trabajo, investigó y sancionó a las empresas extranjeras que incumplían sus contratos, asumió medidas para bajar los precios, organizó la expedición de leyes que resultaron positivas para el país, entre ellas el Código del Trabajo, de Menores, de Educación Primaria y Secundaria, de Cooperativas, de Servicio Diplomático etc. Dio un paso fundamental a favor de la Policía, creando la Escuela de Oficiales que hoy lleva su nombre.
Tras un año de gobierno, convocó una Asamblea Constituyente con igual número de diputados conservadores, liberales y socialistas y no aceptó ser nombrado Presidente Constitucional, prefiriendo el retiro.
En 1956 fue candidatizado a la Presidencia del Ecuador, en binomio con el doctor Carlos Cueva Tamariz. Tuvo una actuación honrosa y cerró una singular biografía.