Es viernes y la misa de las 10:00 ya empezó. Los feligreses oran en la iglesia de San Francisco.
Cerca de la puerta de entrada al templo se vive una escena aparte. Esperanza Escobar, de 51 años y Adolfo Verdejo, de 54, están frente al altar del Jesús del Gran Poder. Una reja no les deja tocar los pies de la imagen.
Son esposos. Ellas es quiteña y luce una visera. Antes de santiguarse se la saca, agacha la cabeza y cierra los ojos. Empieza a orar. Él cumple con un ritual parecido, con parsimonia.
Luego de unos minutos, Escobar abre los ojos y le pide un esfero a su pareja. Escribe en la pared la fecha (10/09/2010), la hora, los nombres de los dos, de sus tres hijos y de sus siete nietos.
Todos viven en Zaragoza, España. Verdejo emigró a ese país hace 12 años y Escobar hace 11. De a poco fueron llevando a los miembros de su familia.
Desde que se instalaron en España han regresado a Ecuador dos veces, de visita. “Somos muy devotos del Jesús del Gran Poder. Por eso es inevitable que vengamos a elevar nuestras plegarias”, dice en voz baja Escobar.
La leyenda quedó impregnada en el muro de la iglesia. No es la única. Hay cientos de peticiones, oraciones y nombres. Solo cerca del altar principal, las paredes no están rayadas.
‘Te ruego Señor que no le quites el padre a mi hijo. Haz que regrese, que no me deje sola como estoy ahora’, dice una leyenda impregnada con tinta negra, junto a uno de los pilares tallados. La autora es Janeth A.
‘Ayúdale a mi hija Alejandra, que sea sincera siempre y que pueda llevarme a España’, ‘Yo te pido salud para vivir este año. Un trabajo bueno para todos y mucha suerte. Escúchame por favor Dios mío’, ‘Ayúdame a pasar 4° curso’, son otras frases escritas con mala caligrafía.
El padre da la bendición y la eucaristía termina. Los fieles empiezan a salir. Ximena León, de 28 años, es una de las pocas personas que se detuvo a leer las frases escritas en las paredes.
“La fe de las personas es tan fuerte que están seguras que escribiendo en las paredes se les va a cumplir sus peticiones”, comenta la mujer, algo conmovida, pero no se anima a escribir su petición al Jesús del Gran Poder.
Ya casi en la puerta se detiene a leer una frase, que le remeció el corazón. ‘Jesús, Señor, ayúdale a mi papi Luis a que no tome y que consiga una mujer que le quiera’. “Quizá, la persona que la escribió perdió a su madre y ahora no quiere perder a su padre”, reflexiona con voz quebrantada.
Con el paso de los minutos la iglesia se queda vacía. Son las 10:45 y la próxima misa empieza a las 11:00. Cinco minutos antes, ingresa un grupo de turistas japoneses.
La guía les pide silencio y que se quiten los sombreros. Los visitantes se dispersan por el templo y un par de mujeres jóvenes japonesas mira las frases impregnadas en las paredes. Una mujer joven se apresta a escuchar la eucaristía de las 11:00 y pronuncia un ligero comentario.
“Acá hasta los hinchas piden por sus equipos”. Se refiere a la frase: ‘Jesús dale una manito al Espoli’. Más a la izquierda, una frase con letras azules también capta la atención. ‘Jesús del Gran Poder quiero ver a mis hijos y a su madre. Ayúdame’.
La misa de las 11:00 empieza. El sacerdote invita a los fieles a sentarse. Escobar y Verdejo ya salieron del templo.
Antes de hacerlo hicieron la promesa de volver a escribir otra frase, cuando tengan una nueva oportunidad de visitar el país.