Los desfiles para conmemorar los 478 años de la Fundación de Quito empezaron. La calle Venezuela lució ayer más ajetreada de lo común. Desde temprano, cientos de personas procuraban obtener un buen sitio para observar el desfile de los comerciantes.
Mercedes Polo, de 47 años y moradora de La Loma Grande, ubicó su silla plástica cerca de la vereda para no perderse ni un solo detalle de la comparsa.
Al frente, en una de las bancas de piedra de la Plaza Grande, nueve mujeres indígenas que venden ajo, tomates y limones en las afueras del mercado de San Roque, también aguardaban la hora del inicio del desfile. La mayoría de ellas colocaron sus chalinas en sus cabezas para protegerse del sol que, a esa hora, alrededor de las 09:30, fue fuerte.
“Ya están bajando”, se escuchó. La banda de paz del Colegio Juan Montalvo inició el desfile. Al ritmo del Chulla quiteño, liras, flautines y tambores marcaban el paso de los caminantes que ocuparon toda la Venezuela, desde la calle Bolívar hasta la Caldas.
Los comerciantes informales aparecieron poco a poco en el sitio. Siempre cuidadosos y casi a escondidas. Ellos ofrecían algodón de azúcar, chicles, chupetes, jugo de coco y hasta caldo de 31 a las personas. Al mismo tiempo, un fuerte contingente de policías metropolitanos trataba de detectarlos para impedirles que vendieran sus productos.
La banda avanzaba interpretando las notas de la canción Ole toro, sí señor. En ese momento, Juan Carlos Duque, un mana-bita que reside en Quito desde hace seis años, gritó: “Pero si ya no hay toros, ¿a quién decimos ole?”. Las carcajadas no se hicie-ron esperar.
Con parsimonia, la comparsa del Mercado La Magdalena fue la primera en aparecer. Ese fue el primero de los 54 mercados pertenecientes a la Federación de Asociaciones Populares de los Mercados de Quito desfilaron. El presidente de la Federación, Washington Toapanta, indicó que alrededor de 8 000 comerciantes participaron.
Zamarros, anacos, chalinas, ponchos, látigos, sombreros de distintas clases, faldas multicolores, máscaras de diablos, chullas disfrazados y hasta personajes de la vecindad del Chavo se fusionaban en un collage al ritmo de sanjuanitos, yaravíes y danzantes.
Carmen Barrionuevo y Elena Pillisa, vendedoras del Mercado de Conocoto, lucían una blusa blanca adornada con flores y figuras del sol. De sus cuellos colgaban collares rojos que combinaban con sus aretes.
Una de las comparsas más animadas fue la del Mercado América. Ellos adecuaron y decoraron una camioneta 4×4. En la parte posterior colocaron un pequeño bote, adornado con redes de pescar, frutas tropicales y hasta un remo. Sobre el bote, permanecía el esmeraldeño Oswaldo Quinteros, quien vestía una camisa púrpura semiabierta y un sombre-ro blanco de vaquero. Comentó que quiere a Quito porque reside en la ciudad desde hace 20 años. Él vende mariscos.
Las melodías de los saxofones hacían bailar hasta al más tieso. Al pasar cada carro alegórico, las reinas de los mercados saludaban y obsequiaban a los presentes caramelos, flores y frutas, como uvas, taxos y tomates de árbol.
Pablo Ponce, concejal del Distrito Metropolitano, encabezó la comparsa del Mercado La Carolina. Junto al resto de danzantes, aplaudió, zapateó y agitó un pañuelo azul por sobre su cabeza. Aseguró que este es el arranque oficial de las fiestas.
Ya en la plaza de San Francisco, el alcalde Augusto Barrera anunció que para el próximo año se triplicará la inversión en el Sistema de Mercados, pasara de USD 600 000 a 1 800 000.