Hace más de 100 años, la casa donde ahora vive Alfredo Granja era el atractivo de la calle Junín, en el Centro Histórico. Es de tres pisos, con paredes de adobe de 1 metro de ancho, techos altos, gruesas puertas de roble, ventanas y pasamanos de madera y tiene dos patios.
Granja vive en ese inmueble desde hace 40 años. Camina lentamente sobre los tablones del piso, que crujen a cada paso.
Recuerda que en la sala habían muebles Luis XVI y que el papel amarillento y desgarrado, que ahora cubre las paredes, fue traído de Europa.
De los techos, que están a 4 metros desde el piso, todavía cuelgan las lámparas de bronce que hace un centenar alumbraron la casa. Ahora están oxidadas y con polvo.
“La casa es como una roca” . Dice que ni con el terremoto de 1987, la estructura cedió.
Las paredes están cuarteadas, la madera del piso está apolillada y en tramos se encuentra a punto de ceder. La capa de yeso que cubría el techo se ha caído. Carrizos atados con piola quedan al descubierto. Los baños se encuentran sucios e inhabilitados. El olor a humedad es fuerte.
Esta es una de las 21 casas que la Administración Zona Centro quiere expropiar por el descuido.
En las manos guarda celosamente las llaves de los 56 cuartos del inmueble. Cuenta que la casa está en mal estado por los malos inquilinos. “La mayoría se quedaba tres meses y se iba sin pagar el arriendo”. Con la mano derecha señala al techo de la habitación 34. “Hasta los focos se iban llevando. Era gente mala”.
Por eso, desde hace tres años dejó de arrendar las piezas. Ahora tiene seis inquilinos.
Ya vive cuatro décadas en la casa, pero el propietario es su cuñado, de quien no quiso hablar.
Desde que enviudó, hace 13 años, se instaló en una habitación que queda en el segundo piso. En una pared está el retrato de su esposa y de sus dos hijos. Un foco alumbra el cuarto de 6 metros por 7. Los arriendos en esta casa costaban entre USD 40, una habitación, y 120 un departamento completo.
Recuerda que en la pieza número 50 habitaba un señor que hacía fiestas todos los días y metía mujeres. Una de las paredes de la habitación permanece forrada con imágenes de mujeres desnudas. “Es preferible vivir solo, que mal acompañado”, asegura.