A las 12:50, el fuerte sonido de un timbre anuncia el término de clases en el colegio Manuela Cañizares. Las puertas de metal que dan a la calle Mariscal Foch se abren y alrededor de 3 000 estudiantes empiezan a salir.
Algunas caminan hacia la av. 12 de Octubre, otras hacia la Wilson, Tamayo y Lizardo García, para abordar los buses de transporte escolar que se parquean en esas calles.Otro grupo cruza por la av. 6 de Diciembre. Frente a la parada Manuela Cañizares de la Ecovía hay un paso cebra. Sin embargo, Laura Peña, Cristina Ramírez y Lourdes Tapia no lo utilizan y cruzan por media calle. “Es que nos toca caminar más porque el paso cebra está lejos”, dice Tapia.
Luego de la primera semana de clases, las 50 brigadas de seguridad vial en las cuales participaron personal de la Epmmop, estudiantes, Policía Metropolitana y Nacional, dejaron de funcionar. La presencia de uniformados a la hora de ingreso y salida de los estudiantes es escasa en los centros educativos.
El psicólogo Armando Basantes, subinspector general de este centro educativo, asegura que desde abril los alumnos de tercero de bachillerato ayudarán a controlar el tránsito en los alrededores del colegio. Esta práctica es parte del curso de educación vial del plantel.
Mientras tanto, todas las mañanas desde las 06:30 hasta las 08:00, dos policías vigilan el tránsito afuera del colegio. El cabo segundo Ramírez, de la Unidad de Vigilancia Mariscal, explica que algunos estudiantes que están atrasados cruzan corriendo la 6 de Diciembre, sin fijarse en el semáforo. “Deberían madrugar más, para que no estén en apuros”, concluye.
En la av. Ajaví, en el sur, también hay dos policías frente a la Unidad Educativa del Consejo Provincial. El policía Nelson Mueces asegura que el principal problema es la falta de respeto a las señales de tránsito por parte de los adolescentes. A las 12:45, el tránsito es lento en la avenida.
Hay carros parqueados en ambos costados de la vía y los tres carriles de circulación se reducen a dos. Las ventas ambulantes y las alumnas congestionan las aceras. Pese a los pitos, un grupo de estudiantes decide caminar por la calle y los conductores tienen que tomar el carril izquierdo para avanzar.
En ese momento, solo queda habilitado un carril y la congestión e impaciencia de los choferes aumenta.
Lenin Miranda, inspector del colegio Paulo VI, en la Magdalena, insiste en la necesidad de mejorar la seguridad vial en los colegios. Miranda explica que solo un policía llega en las mañanas a controlar el ingreso de los estudiantes. A la hora de salida (12:30) ya no hay control.
Lo mismo pasa en el colegio Benito Juárez. Marco Gavilánez, inspector general, afirma que para evitar la congestión se distribuye el ingreso y salida de las secciones matutina y vespertina por dos accesos, en la calle Aushyris y en la av. Teniente Ortiz.
Para Gavilánez es necesario que las brigadas funcionen todo el año. La falta de control sobre el comercio informal también es un problema en los accesos a los centros educativos. Miranda asegura que los comerciantes obstruyen las aceras y por eso los alumnos deben cruzar la vía lejos de las zonas de seguridad.
En el colegio Santa Dorotea también se distribuye el ingreso y salida de las estudiantes por dos accesos en las calles Huaynapalcón y Aushyris. Geovanna Carrera, una madre de familia, dice que ese plan mejoró la circulación peatonal y vehicular.
El colegio tiene su propia logística. Las 21 alumnas de sexto año de Contabilidad son parte de la brigada de seguridad vial. Luego de recibir capacitación, todo el año lectivo, 10 de ellas se turnan a diario para dirigir el tránsito y ayudar al ingreso y salida de 1 600 compañeras.
En la calle Benalcázar, frente al Ministerio de Gobierno, está la Unidad Educativa La Providencia, donde hay 1 400 alumnas. Clara Córdova, inspectora general, asegura que la institución aplica un plan de movilidad.
“Hay tres accesos, por la calle Cuenca salen las niñas que se movilizan en trasporte publico; por la Benalcázar, las niñas que van con sus padres; y por la Chile, las niñas que utilizan el transporte escolar”.
Córdova, al igual que Mercedes Loachamín, rectora del Colegio Experimental Simón Bolívar, coincide en que el tránsito en la calle Benalcázar es muy complicado. Por allí, los buses escolares causan congestión mientras dejan y recogen a las alumnas. Pasadas las 13:00, hay menos estudiantes y el tránsito vuelve a fluir.