Un ataúd blanco y cuatro veladoras encendidas resguardaban el cuerpo de Arturo Chicaiza, el niño que ayer murió luego de haber sido atropellado en la avenida Simón Bolívar. Esta mañana, la capilla ardiente se mantenía en la casa comunal de la iglesia de El Cisne, en la Lucha de los Pobres, sur de Quito.
En bancas de madera y sillas de plástico estaban los familiares y vecinos que acompañaron a Arturo, durante toda la noche, en su último adiós.
Arturo Chicaiza Reyes, abuelo del joven y con quien vivía, en medio de su dolor no dejaba de exclamar que ayer, antes de dirigirse al Colegio Jorge Mantilla, su nieto no se despidió con un beso en la mejilla, como siempre lo hacía. “Mi negrito me dio un beso en la boca y se fue”.
Una botella de licor y un vaso de agua de canela trataban de calmar el clamor que esta mañana se expandía en la sala donde hasta mañana permanecerá el cuerpo de Arturo, recordado como el más alegre del octavo “D”.
A Graciela Coello, abuela de Arturo, las manos no le dejaban de temblar, mientras repetía que se le fue su compañero.
“Todos los vecinos lo querían, era comedido”, se escuchaba en la sala, al tiempo que Graciela, de 61 años, lloraba y decía que su nieto ya no cumplirá su sueño de estudiar en el extranjero. El sepelio del pequeño Arturo será mañana a las 11:00 en el campo santo de Guamaní.
Arturo Chicaiza Coello, tío del adolescente, contó, además, que anoche llegó el presidente Rafael Correa y se solidarizó con la familia.
Entre tanto, en la audiencia que se efectuó a los presuntos culpables ayer por la noche, se determinó prisión preventiva, mientras continúa el proceso de investigación.
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Su muerte ha movilizado a la comunidad del plantel, que había solicitado la construcción de un puente peatonal en los exteriores del establecimiento desde 2009, sin que hasta el momento hayan tenido resultados.