Las bancas de madera ubicadas alrededor del patio del convento máximo de San Francisco de Quito, en el Centro Histórico, sirven de improvisados confesionarios.
Allí, los padres franciscanos, ataviados con su tradicional sotana café, escuchan y aconsejan a los fieles. Unos están sentados, otros de pie y hay quienes se arrodillan en el piso de piedra.
Desde inicios de semana, el ir y venir de personas en el convento ha sido constante. No solo por los preparativos de la procesión de Jesús del Gran Poder, que este año celebra 50 años del culto a la imagen, sino también por las confesiones. Estas se incrementaron de 20 a 300 al día. Para el padre Jorge González, los devotos buscan expiar sus culpas y estar en paz con Dios en Semana Santa.
En los pilares de piedra hay filas de entre tres y cinco personas. En su mayoría son personas adultas, también hay madres con hijos pequeños. La mayoría de jóvenes que ingresan al convento no acuden por la confesión. Ellos visitan la exposición de arte religioso que se expone en cuatro salas.
Las confesiones se desarrollan en la mañana y en la tarde. Cuando las bancas están copadas, los sacerdotes también confiesan en la pileta, el patio y los pilares.
Hortensia Jara, quien desde hace 30 años se confiesa en Semana Santa, prefiere hacerlo en un sitio menos formal. “Eso permite que haya una relación más cercana con el sacerdote y que la confianza crezca. Además, el confesionario es un lugar oscuro”.
Jaime Moreno, de cabello blanco y lento caminar, prefiere que el sacerdote lo atienda en el patio.
“Hay más claridad”. Él se confiesa desde hace 60 años, cuando era niño. Considera que practicar este sacramento lo prepara para el Viernes Santo y la procesión.
Quienes se confiesan con el padre Luis Galarza, uno de los más antiguos de la Orden Franciscana, pueden usar un reclinatorio (mueble con pasamano y asiento acolchado para arrodillarse).
Sonia Reino cumple con este rito desde hace 17 años, cuando vino a vivir en Quito. Ella es oriunda de Tulcán. Desde entonces también participa en la procesión de Jesús del Gran Poder. Le acompañan sus tres hijos y su madre.
El sacramento de la confesión lo practica como un acto de purificación para asistir a la peregrinación, que recorre las calles del Centro Histórico hasta la Basílica del Voto Nacional.
Reino tiene fe en la imagen del Cristo por los milagros que le ha concedido. Una vez, su hermano fue detenido por un mal entendido. “Le recé con devoción y él salió libre de toda culpa”.
En el convento, las confesiones tienen de fondo música religiosa que se escucha a bajo volumen desde un parlante. El ambiente silencioso se interrumpe a ratos por los susurros de los sacerdotes que aconsejan a sus fieles.
Luego de que los padres levantan la mano y hacen la señal de la cruz, los penitentes se levantan y es el turno del siguiente.
Para hoy se prevé que más de 50 000 fieles asistan a la procesión, que iniciará a las 12:00 en la iglesia de San Francisco. Habrá unos 1 200 cucuruchos y 200 verónicas vestidos con túnicas lilas.