En esta toma se aprecia la desolación de la Plaza Grande a las 10:45 de este lunes 21 de enero del 2019. A la derecha están agrupados los manifestantes y obreros que remodelan la calle Venezuela. Foto: Ana María Carvajal / EL COMERCIO
Casi abandonada. Así lucía ayer, este lunes 21 de enero del 2019, la Plaza de la Independencia desde las primeras horas de la mañana hasta, al menos, las 12:30. Al caminar en frente del Palacio de Carondelet apenas se escuchaban distantes los gritos de un grupo de taxistas que protestaba frente al Municipio de Quito. Nada más.
El murmullo permanente de la plaza, los discursos de los pastores, las charlas de los jubilados y la voz de los turistas hablando en inglés, francés, portugués, italiano, español, etc. desaparecieron. Entrar al lugar, conocido también como Plaza Grande o ‘Plaza de las palomas muertas’, es un reto en días como ayer, cuando autoridades gubernamentales deciden restringir el paso.
Se requiere paciencia y poder de convencimiento para que los policías que colocan y custodian las vallas metálicas con logo del Ministerio del Interior permitan entrar. Este lunes, por ejemplo, estas estaban instaladas en los accesos por la García Moreno, desde la Mejía hasta la Sucre. También había bloqueos entre la Venezuela y la Benalcázar, en las calles Espejo y Chile. En esta última, los restaurantes y una tienda de ropa estaban vacíos.
Mariana Tito, Fernando Escobar, Mónica Tito y Eulalia Guevara hablan de las afectaciones por los cierres. Foto: Ana María Carvajal / EL COMERCIO
A las 09:00 solo unos trabajadores municipales aprovechaba la soledad de la plaza para arreglar las jardineras.
Joffre Echeverri, del Buró del Centro Histórico, afirma que la sola imagen de las vallas transmite sensación de inseguridad y mensajes fuertes porque la Policía no se lleva las vallas, sino que las tiene a mano para armarlas en cualquier momento.
Agrega que incluso la decisión de adelantar el cambio de guardia de los lunes a las 08:30 (antes era a las 11:00) afecta al turismo. “Las condiciones no están a favor y están complicando mucho a quienes viven y trabajan por ahí”, dice. Le han pedido al Municipio intervenir, pero entienden que al tratarse de seguridad, la decisión depende del Gobierno.
En los locales de los bajos de La Catedral hay preocupación. En promedio, los abren a las 07:00, pero en la Dulcería Colonial, la primera venta de ayer apenas se concretó a las 10:00 y sumó USD 4. Fernando Escobar tiene el local hace 30 años y dice que cada vez es más común ver la plaza desolada. “Se estacionan vehículos oficiales, porque ellos sí tienen derecho, y las protestas son al orden del día, sea al Gobierno o al Municipio y el negocio está yéndose abajo. Los turistas vienen a observar la belleza del parque y no pueden pasar”, sostiene.
Este Diario comprobó bloqueos en, al menos, dos ocasiones más. El 9 de enero, a las 11:00, solo lujosos autos se veían en la peatonalizada García Moreno, al pie del Centro Cultural Metropolitano, por el saludo protocolar entre el cuerpo diplomático y el presidente Lenín Moreno. Y el 14 de enero, el acceso fue regular temprano, pero a las 10:30 ya no.
Mariana Tito explica que la mayoría de los locales de La Catedral son negocios familiares. Tanto el de su hermana Mónica como el de Eulalia Guevara tienen unos 50 años y afirman que en ese tiempo siempre ha habido protestas. Pero que bloqueos constantes se han visto especialmente en los gobiernos del expresidente Lucio Gutiérrez y en el actual.
Los cuatro relatan que antes, los mandatarios de otros países paseaban por la plaza antes de entrar a Carondelet e incluso les hacían el gasto. Pero las cosas cambiaron. En la visita del presidente colombiano Iván Duque, en diciembre, se vieron obligados a cerrar sus negocios durante dos días.
Los comerciantes de La Catedral han enviado cartas al Distrito de Policía de la zona Manuela Sáenz y al Presidente, pero no han logrado resultados. A veces, como ayer a las 11:15, después de varias quejas, los policías mueven las vallas para hacer un estrecho corredor que permita pasar a los clientes a sus negocios.
A esa hora, había vallas hasta en la puerta principal del Palacio Arzobispal. En la plaza, unas 12 personas aparecieron con cartulinas en apoyo a Moreno. “Lenín, amigo, el pueblo está contigo”, gritaban mientras un grupo de turistas que sorteó los filtros los miraba desde una banca. César Barrionuevo es guía de turismo desde hace 20 años, pero en los últimos meses le ha costado completar recorridos en sus dos visitas semanales por los cierres de la plaza. Tanto que ahora explicar esta situación se vuelve parte de la descripción del histórico sitio.
Estos cierres no solo afectan a los negocios de La Catedral sino también en los bajos de Carondelet. Alicia Salazar tiene un local de artesanías desde hace 18 años y se consuela con que, al menos, ahora no se usan alambres de púas, como en la época de Gutiérrez, sino vallas. Relata que la semana pasada hubo cuatro cierres. Esto le perjudica al punto que a las 11:35 de ayer, apenas había vendido una pulsera de un dólar.
En la Peluquería Amazonas trabajan Susana Burbano y Miguel Ángel Reinoso pero ayer solo atendieron a un turista extranjero en la mañana. “Antes había grandes protestas y disolvían con gases lacrimógenos. Ahora se queda todo tranquilo, pero se pierde el negocio. Bien lo uno, pero mal lo otro”, asegura Reinoso.