El bus 37 de la Cooperativa Alfa tiene 13 minutos para llegar desde el Parque Italia, ubicado en la av. América y la Isla, hasta la av. 12 de Octubre y Madrid. Está en la av. Colón y 6 de Diciembre y le quedan tres minutos para llegar. Si el cobrador no timbra a tiempo, deberá pagar USD 1 de multa por cada minuto de retraso.
Fredy Cabrera es el cobrador de este bus. Viste una camisa celeste, un pantalón negro y unos zapatos deportivos que le facilitan la carrera para timbrar a tiempo. El semáforo se pone en rojo una cuadra antes de la av. 12 de Octubre y Madrid. Aprovecha para coger la tarjeta de registro que está cerca del volante, le encarga al conductor -Stiff Achig- recoger los pasajes y apresurado empieza a correr.
Esquiva a la gente, salta las aceras y cerca de un panadería reduce el ritmo de la carrera.
Tiene que ingresar una cartulina , en el tarjetero verde con un reloj, que registrará la hora de llegada del bus. Con su mano izquierda presiona un botón en la par-te superior y se registra la hora: 13:25, del pasado miércoles.
Cabrera trabaja desde las 06:00 hasta las 22:00 en este oficio y cuenta que el tráfico de Quito, en horas pico especialmente, hace que deba anticiparse a timbrar en las paradas correspondientes. “Por el tráfico nos toca correr a veces hasta dos o tres cuadras. En las mañanas, especialmente, hay que prepararse para correr algunas cuadras para timbrar a tiempo”, asegura.
Cabrera es uno de los cobradores de las 1 936 unidades de transporte urbano de Quito, desde hace dos años. A pesar de que hace ocho meses se instaló en el bus uno de los GPS (Global Positioning System, por sus siglas en inglés), aún no funciona.
La implementación de este dispositivo electrónico de rastreo satelital en el transporte urbano se inició en junio del año pasado. El fin del dispositivo es controlar desde un centro computarizado que los buses respeten las para-das y cumplan con los tiempos de viaje. Entonces, ya no será necesario que los controladores tengan que correr para registrar el tiempo sin retraso.
A Vladimir Pozo también se lo ve correr con frecuencia por la avenida 12 de Octubre.
Luego de timbrar regresa pronto y se sube al bus, sin esperar que se detenga. Se lo ve agotado y a penas grita: “A La Marín a La Marín”. Pozo timbra en tres sectores: en el parque Italia, en la av. 12 de Octubre y Madrid y en la oficina de la Cooperativa, en la Loma de Puengasí.
La caja de registro a la que se acercó está bajo llave en las afueras de la panadería de Lola Flores. Ella asegura que la cooperativa le pidió permiso para colocar este tarjetero. “Me dijeron que les permitiera colocar esta caja hasta que funcione el sistema de GPS”, dice Flores. Ella cierra su negocio a las 19:00 y desde esa hora ya no timbran porque el cajetín está detrás de la puerta enrollable.
En otro negocio, en la av. 12 de Octubre y Tarqui también está instalado un tarjetero. Está sobre una mesa y sujetado con cadenas. “Pusieron seguridad porque se robaban o también porque del apuro, los controladores lo botaban”, cuenta la propietaria del negocio, Beatriz Cobeña, quien dice que por encargar este dispositivo le pagan USD 20 mensuales. Allí diariamente timbra Mario Lapo, cobrador de la Cooperativa Barrio Nuevo. Lapo cuenta que un día se cayó por el sector la Simón Bolívar, por correr al tarjetero.
Las 1 936 unidades de transporte urbano, que cubren 135 rutas, ya tienen instalado el dispositivo de rastreo satelital, pero aún no funciona. Patricio Ubidia, presidente de la Comisión de Movilidad, asegura que este trimestre los dispositivos ya entrarán a operar, hasta tanto, los controladores seguirán corriendo en busca del tarjetero.