Una ciudad diseñada para ellos...

En la tienda de pinturas. Daniela (camiseta verde) y Karina Álvarez pintaron carros y casas, el sábado.

En la tienda de pinturas. Daniela (camiseta verde) y Karina Álvarez pintaron carros y casas, el sábado.

Daniela, Ana Karina y Gabriel coincidieron, en la tarde del domingo, en un lugar que es exclusivo para niños.

Las primas Álvarez fueron porque hoy no podrán compartir con su tía Elizabeth. Al descendiente de la familia Huertas se le hará difícil pasar con su padre.

En la Mini City festejaron por adelantado el Día del Niño. Él cumplió su sueño de administrar su propio dinero y ellas, de ser enfermeras y pintoras.

Daniela es de figura fina, ojos de tono miel y cabello largo y claro. En la casa es tímida, obediente y no discrepa. En el ingreso a la Mini City recibió 120 minis (moneda que circula en esa ciudad en miniatura).

No fue para nada austera, de entrada gastó 40 minis para conocer el proceso de elaboración de los chitos. Estaba en una fábrica simulada y su timidez se empezó a esfumar. Preguntaba y entablaba cortos diálogos con las niñas que estaban a su lado

-No sabía que al maíz le tuestan para hacer los chitos.

-Por eso son tan ricos.

Fue la respuesta de su interlocutora, de ojos azules y cabello claro y dorado. Hablaba con delicadeza, mientras se acomodaba con sutileza su minifalda.

Daniela tiene 7 años y por primera vez tuvo que trabajar para subsistir. Se le acabó el dinero y fue a pedir empleo en una compañía de seguridad.

Le entregaron un chaleco negro y abultado por la esponja, que se asemejaba mucho a los antibalas que utilizan los guardias, y le asignaron la garita ubicada en el ingreso al circo. En minutos se ganó 40 minis.

Necesitaba más dinero y se postuló para ocupar una plaza disponible para entregar medicamentos a domicilio. En la farmacia le explicaron las reglas laborales: utilizar mandil blanco, saludar y despedirse con educación de los clientes. Aceptó y empezó a vivir una nueva aventura.

La Mini City tiene calles señalizadas, las aceras y la calzada están perfectamente demarcadas y si los niños no caminan por la zona peatonal, son multados.

Parece una maqueta gigante, donde hay todo lo que los vecinos de una ciudad necesitan para vivir. También los servicios que son parte de la cotidianidad: distribución de valija, seguros de vida, cursos de conducción, entre otros.

Conocidas firmas han instalado sus locales, ambientados de tal manera que los niños entiendan el proceso que se sigue para concluir un producto que, ya en la realidad, llega a sus hogares.

Los mayores no pueden entrar a esos locales. Para ellos hay zonas determinadas, una de ellas, paradójicamente, está identificada con la leyenda ‘Guardería para padres’. Allí hay periódicos y cómodos sillones de cuero.

Ana Karina ingresó al local del frente. Ese espacio lo ocupa una fábrica de pinturas para casas.

El propósito es enseñarles a los niños a utilizar los colores para plasmar en papel sus ideas. Ella hizo trazos que dieron forma a un carro. El dibujo es sencillo: un rectángulo con dos círculos en la parte inferior. Por ese trabajo le pagaron 30 minis.

Gabriel fue autónomo, aunque sea por minutos, en su vida. Sus ojos vivaces y su corte de pelo muy rebajado son dos características de su aspecto físico.

Recorre la pequeña ciudad con mucha facilidad y sabe dónde ganar dinero. No duda en pagar 20 minis para participar en un encuentro de fútbol en la cancha sintética.

A sus ocho años es hincha empedernido de la Liga de Quito, pero ese día viste una camiseta del Monterrey de México. Hizo una excepción porque lo trajeron del país Azteca. En la cancha se muestra hábil, gambetea y pone pases decisivos. En una tarde se jugó dos partidos.

Agitado y con el cabello mojado por el sudor, se dirigió al local donde se ofrece el servicio de abc del sistema de frenos de los vehículos. Se las ingeniaba para colocar la pastilla de freno de madera sobre el disco.

Enseguida se dio cuenta que los dos pernos clavados sobre la estructura fija deben coincidir con los orificios de la zapatilla.

La persona que atiende le pide que se apure colocando la llanta y el tapacubos. Faltan tres minutos para cerrar el local.

Gabriel sorprende por su facilidad para hablar y por sus reflexiones. Está al tanto del Campeonato Ecuatoriano de Fútbol y de la erupción del volcán. Su voz se quiebra cuando dice que está allí porque el martes debe pasar con su madre. Sus padres son divorciados. “No se llevan y no puedo estar con los dos”.

Daniela, Ana Karina y Gabriel se confundían entre las decenas de niños que se desplazan presurosos por las calles de la ciudad en miniatura.

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