La luz roja del semáforo se enciende y el show comienza en la esquina de la Eloy Alfaro y 6 de Diciembre, en el norte de Quito. Ismael Moyano, un malabarista argentino de 19 años, se para en la mitad de la vía y con admirable destreza hace volar por el aire tres clavas (pinos de colores).
El naranja, verde y amarillo de sus juguetes contrastan con su pantalón, camisa y chaleco de tonos oscuros. Una boina cubre su cabello, enredado en rastas (trenzas).
Los conductores y pasajeros presencian la exhibición desde atrás del parabrisas de los autos parados en la av. 6 de Diciembre. Los 45 segundos que dura la luz roja del semáforo están por terminar y el malabarista detiene el show.Aprovecha los últimos segundos para pasar entre los vehículos y extender su mano en busca de alguna moneda. Hay choferes que ignoran su presencia. Otros sonríen y le regalan monedas de 1, 10, 25 y 50 centavos.
La siguiente luz roja es la oportunidad para que Andrés Hernández, amigo de Moyano, demuestre sus habilidades con tres pelotas de goma.
Desde las 08:00 hasta las 12:00, este par de argentinos recogió USD 14. Su plan es quedarse en la capital hasta ahorrar lo suficiente para comprar un par de bicicletas que los lleve hasta México.
La luz verde del semáforo se enciende y los conductores retoman su camino. Es hora de almuerzo y las principales avenidas del norte empiezan a congestionarse. Frente al parque La Carolina, también en el norte de Quito, el salvadoreño Maxi Rodríguez y el colombiano Julián Prieto aparecen en escena, en el paso cebra de la av. República.
Rodríguez hace bailar sobre su cuerpo una pelota de cristal acrílico que compró en Colombia, a USD 50. También es un experto en los malabares con diábolo y clavas.
Hace un año y medio dejó de estudiar Lenguas Modernas para emprender un viaje por todo el sur del continente. Lo financia con las monedas que recibe por presentar su show. A Prieto lo conoció en Cali hace un par de semanas y desde ahí viajan juntos. Se alojan en un hotel del centro. Pagan USD 3,50 diarios.
Prieto viaja con un monociclo verde. Allí mantiene el equilibrio mientras juega con tres cuchillos. En sus manos hay señales de cortes.
Los conductores que siguen por la av. República se encuentran en la av. Amazonas, con otro acto circense. Iván Estévez hace malabares con cuatro pelotas de goma. El joven quiteño atrae la atención de los curiosos con un gorro multicolor y una nariz roja en su rostro: es un clown.
En el centro, cuatro jóvenes uruguayos escogieron su escenario en el paso cebra de la calle Pichincha, en El Trébol. Su acto incluye una coreografía con cintas y banderas de colores y un juego a cuatro manos con clavas.
La intersección de la av. Maldonado y Carlos María de la Torre, en La Recoleta, es otro de los escenarios preferidos por los artistas.
Ahí, Darwin Molina viste un pantalón café, una camiseta negra, un sombrero y su especialidad son las clavas. Él escogió esta actividad como modo de vida, porque está convencido de que ese arte puede ganarse un espacio propio en la ciudad.
“Lo importante es que la gente no lo vea como mendicidad, sino como una expresión de arte urbano”.