Han pasado 190 años desde que el Mariscal Antonio José de Sucre llegó a la parroquia de Chillogallo, en el sur de la ciudad.
Aún se conserva la casa hacienda donde pernoctó la noche del 22 de mayo de 1822, dos días antes de la Batalla de Pichincha.
Actualmente, allí funciona el Centro Cívico Cultural Mariscal Sucre. Llegó allí con 4 000 soldados, por casualidad.
Según Luis Arcos, administrador del centro cívico, la idea de Sucre era combatir en El Ejido norte, pero no pudo avanzar porque las tropas realistas estaban atrincheradas en la Loma de Puengasí, en El Panecillo y en Centro Histórico. Entonces, decidió ir por el sur.
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“Los campesinos de Chillogallo, un caserío en ese entonces, lo recibieron y le brindaron hospedaje. Y fueron quienes le guiaron por las faldas del Pichincha”.
Hay una versión de que el nombre de Chillogallo se lo debe a Sucre. Arcos contó que el Mariscal pidió a los habitantes de la zona que le despertarán cuando cante el gallo. Como eran campesinos ellos le dijeron, “chilló el gallo”.
El inmueble tiene un área de 1 200 metros, mantiene su arquitectura original. Se reconstruyeron las caballerizas y el corral.
La casa fue restaurada durante cinco años, desde 1975 hasta 1980. A su inauguración asistió el ex presidente Jaime Roldós.
Al ingresar, lo primero que atrae es el patio empedrado. En el centro se levanta un pozo también de piedra. Cuando llegó el Mariscal Sucre, la casa pertenecía al cacique Guaraca Montana.
Luego pasó a manos de la Curia, que instaló un convento para los sacerdotes mercedarios.
Después se hizo cargo el Municipio hasta 1975, cuando el general Raúl González pidió en donación el inmueble para restaurarlo y convertirlo en un relicario de historia, arte y cultura.
Tarquino Almeida, de 80 años, conoció la casa hace más de 30 años. “Era descuidada, vacía, solo se podía ingresar al patio”.
El miércoles pasado regresó y se sorprendió por su restauración.
“Así se reconoce al Mariscal Sucre, el mejor general que tuvo Simón Bolívar”. Almeida, quien vive en la ciudadela Atahualpa, cumple años cada 24 de mayo, por eso se interesa en conocer la historia de esta fecha.
Estuvo acompañado por Luis Coronado, de 9 años. Al niño le relataba que gracias a Sucre ganamos la independencia.
Ellos recorrieron las dos salas, el auditorio y la biblioteca. La visita es gratuita y guiada.
Estar allí es retroceder en el tiempo. En los corredores se observan los poyos y bancas de tierra adherida a las paredes.
En el tumbado sobresale el carrizo sostenido con cabuya. Las pilastras son de madera y terminan en piedra. Las paredes tienen un metro de ancho porque fueron construidas con adobones.
Un rasgo característico de la época son los dinteles (borde superior de madera) en puertas y ventanas y las vigas vistas y otras empotradas en las cumbreras.
La primera sala es la de los arneses, objetos que utilizaron las tropas para transportar el armamento. Están en exposición 12. Son de cuero y hierro. La siguiente es la Sala de Sucre. Según Arcos, en esa habitación descansó el Mariscal la noche del 22 de mayo. Allí también delineó la estrategia militar para el combate.
Los visitantes pueden conocer los baúles forrados de cuero de los soldados en los cuales llevaban su ropa y pertrechos.
En el auditorio están dos réplicas ampliadas de las cartas de Sucre, se resalta su caligrafía.
A Tarquino Almeida le llamaron la atención las pinturas al óleo que retratan a Simón Bolívar, Sucre y Abdón Calderón.
El recorrido termina en la biblioteca General Rafael Rodríguez Palacios. Esta cuenta con 3 500 textos de historia, geografía, física, matemática…
Según el bibliotecario Eduardo Luna, tienen convenios con unos 20 planteles educativos del sector para guiar a los estudiantes en las consultas. Al finalizar la tarea, Luna pone un sello que garantiza que no se realizaron copias. Se atiende a unas 50 personas al día.
En las tardes, el sol copa todo el patio, el ambiente es tranquilo.