Hay gotas de esmalte de colores sobre el piso, paredes, mesas, teléfonos, etc. El olor a pintura diluida en gasolina se siente al entrar al taller donde Cristina Delgado trabaja a diario.
Su padre, Rafael Patricio Delgado, le enseñó cuando era chica a convertir pedazos de papel periódico y fundas de azúcar en creativas caretas. El hombre tiene su taller en el sector de La Ferroviaria. Su hija dice que por su edad ya no hace tantas como antes, pero no ha dejado de trabajar.
La familia de Delgado ha extendido la tradición con talleres en Chiriyacu medio, la Loma de Puengasí, el parque 17 de Junio, El Camal y La Nariz del Diablo. “Todos hacíamos caretas desde chiquitos. La gente que ahorita sabe de esto es porque mi papi le enseñó. Nosotros somos 10 hermanos y cada quien trabaja con su familia”, dice Cristina, orgullosa.
El taller de su casa es una prueba de ello. Sus hijos Estefanía y Rafael Delgado trabajan sin parar. Tienen las manos cubiertas de engrudo y la fila de caretas aumenta rápidamente. La tarea de ambos es modelar máscaras.
Rafael sostiene un gran molde hecho de yeso. Su madre explica que es necesario recubrir este molde con cera de vela, para que el papel no se quede pegado. Su hijo tiene una mesa alta en donde apoya todos los implementos que necesita para hacer las caretas.
“A mi me molesta trabajar sentado. Es muy incómodo. Ellas trabajan así. Moldeo caretas y mi mamá las pinta. En una máscara grande me demoro unos 25 minutos, antes tardaba dos horas”.
El joven de 17 años usa una camiseta manchada con gotas de color. Es porque cuando termina de moldear, también ayuda a su madre en la decoración final.
Para ello, debe esperar un día. El papel y el engrudo deben secarse con el calor del sol. Cuando hace frío o llueve, el secado demora y deben ayudarse en la cocina. Una vez secas, le dan una mano de pintura de caucho blanca, como base. Después de unos minutos, se aplica el esmalte de color, para el decorado final.
Su hermana Estefanía tiene 15 años. “Igual que mi mami, yo estoy en esto desde pequeña. Y me gusta”, comenta la joven, mientras termina una careta de moda: la de Rafael Correa, con una máscara antigás en su rostro.
Este modelo, junto con los del presidente de Colombia Juan Manuel Santos, de Jaime Nebot, de policías y de militares está entre los más solicitados. “Los políticos se ponen de moda. Al Correa antes le hacíamos normal, pero por lo del 30 de septiembre, le tuvimos que poner la máscara”, asegura Cristina, mientras trabaja.
Estos modelos, generalmente, se elaboran más en las semanas finales del año. El resto del tiempo, la familia hace las figuras que no pasan de moda: señoritas, dibujos animados, viejitos, brujas… para quienes quieren quemar un año viejo sin una identidad definida.
Figuras de difuntos como la de León Febres Cordero casi no se hacen. “No es porque no tengan acogida, pero mi papá nos ha enseñado que debemos tener respeto por los muertos. A veces por el cliente toca hacer, pero no nos gusta”, agrega.
La temporada más fuerte para la familia empieza en octubre, por Halloween. Pero ellos arrancan su labor en la segunda semana de enero. “Imagínese entregar tanto pedido, no se alcanzaría”.
Desde octubre, los Delgado han vendido entre 7 000 y 8 000 caretas. “No le miento. Nos levantamos a las 04:00 o 05:00 y a veces nos quedamos hasta las 02:00 o 03:00 trabajando. Nos hacemos un cafecito para espantar el sueño y seguir”.
Pese al cansancio de esta temporada, ellos se reúnen con el resto de la familia el 31 de diciembre, para quemar al año viejo. Llevan sus mejores caretas.