En el parque lineal de Solanda, todos los días, desde las 06:00, cientos de personas trotan acompañadas de perros. Roberto Guamán, mecánico automotriz de 46 años, es uno de los vecinos del sur que se ejercita en el lugar.
Lo hace acompañado de un perro de raza rottweiler. Se llama Brando, tiene 7 años, es blanco con manchas negras y lleva puesto un collar.
fakeFCKRemoveGuamán sabe que su perro no ataca a las personas. Sin embargo, prefiere llevarlo amarrado y no suelto por el parque, para evitarse problemas.
Según Guamán, Brando pesa 48 kilos y mide, aproximadamente, 57 centímetros. De acuerdo con la propuesta de ordenanza de tenencia y manejo de perros que aprobó el Concejo Metropolitano, en primer debate, Brando debería caminar por el parque con un bozal.
Así lo determina el capítulo IV, que se refiere a la circulación de animales domésticos en los espacios públicos. Guamán considera inapropiado exigir un bozal. “Yo controlo y estoy capacitado para manejar al perro. En el uso de correas estoy de acuerdo, pero no con el bozal”.
En la mismo proyecto, en el capítulo VIII, se explica sobre la tenencia de animales y el tipo de especie considerado “potencialmente peligrosos”. El artículo 32 se refiere a la denominación de los perros fuertes.
Serán catalogados, según la ordenanza, como perros fuertes todos aquellos animales de raza que de adultos pesen más de 25 kg o midan más 45 cm de altura a la cruz. También los perros mestizos que cumplan con esta característica de peso o altura, cuando cumplan 18 meses.
Norman Wray, concejal integrante de la Comisión de Salud, dice que la normativa planteada se enfoca en el bienestar del animal, en la responsabilidad del dueño y en la solución de un problema de salud pública, que es el descontrol a la población de perros y gatos en el Distrito.
Según datos de la Comisión del Concejo, en la ciudad hay 300 000 perros, de estos, aproximadamente 120 000 animales están abandonados en la calle y el 80% de ellos tiene dueño.
En el sur, en las calles y en los mercados es común observar grupos de perros deambulando. Algunos pasan en las calles el día y vuelven a las viviendas de sus amos en la noche.
Luis Ochoa es dueño de un perro mestizo llamado Rocker. Desde hace seis años es su única compañía. Rocker acompaña a su amo hasta la parada del trolebús La Recoleta, cuando él tiene que ir a entregar las obras.
Luego pasa custodiando la puerta de la sastrería donde vive y trabaja su dueño. En la tarde, el perro deambula por la calle Antonio Tejada, en el sur.
Ochoa cuenta que Rocker fue el regalo de un amigo, cuando era cachorro. Al inicio permanecía dentro de la casa, en el segundo piso, luego lo llevó a su sastrería en la planta baja. Conforme crecía, el perro demandaba más espacio, por esta razón comenzó a dejarlo afuera de la vivienda.
“Todos los vecinos lo conocen, no es un perro violento. Reconoce al que no es del barrio y lo persigue ladrando hasta su destino”, manifiesta Ochoa.
Wray asegura que un alto porcentaje de la población no conoce el manejo adecuado de mascotas. “Cuando el perro crece, come mucho y si por desgracia ataca a alguien, el perro tiene que irse de la casa. Nadie quiere hacerse cargo y lo abandonan”.
Hay más propuestas que contempla el proyecto. Por ejemplo, para la ejecución y aplicación de la ordenanza (si se aprueba), el Concejo propone crear el Centro de Gestión Zoosanitaria de Fauna Urbana del Distrito.
Este centro trabajaría en la esterilización de los animales que están en las calles, en el registro de perros, en crear una base de datos, en la localización de animales perdidos, en la instalación de un microchip en los animales y en el servicio de adopción.
Además, en los servicios profesionales de capacitación de los canes y en la aplicación de las pruebas de comportamiento.
El financiamiento de esta organización sería a través de una tasa de USD 0,05 por cada kg de comida de perro que se comercialice en el Distrito.
La Comisión calcula que cada año, según los registros anuales, se venden USD 69 millones de balanceado para perros. Con la tasa, el valor que se lograría recaudar sería de USD 3 450 000, que servirían para financiar el centro sanitario y para la instalación de los chips en los perros.
Gonzalo Arellano, dueño de un pitbull, está de acuerdo con que se fije la tasa, pero pide más capacitación en el manejo de mascotas. También se propone una cobertura médica por USD 5 000 en el caso de que una persona sea mordida por un perro.
El centro también sería el encargado de realizar las pruebas de comportamiento para determinar la agresividad del animal.
Ayer, la Asociación Ecuatoriana de Registros Caninos (Aercan) presentó un documento con observaciones a varios ar-tículos de la ordenanza.
La organización, por ejemplo, cuestionó que se hable de autorización de tenencia de ejemplares caninos, cuando la potestad del Cabildo es normar la tenencia. También cuestionó el calificativo de perros ‘potencialmente peligrosos’.