En 3 barrios del Centro, los asaltos y robos son la mayor amenaza

Una esquina peligrosa. En la intersección de las calles Espejo y Flores opera una banda de mujeres.

Una esquina peligrosa. En la intersección de las calles Espejo y Flores opera una banda de mujeres.

El contraste es evidente. Mientras unos 10 policías metropolitanos vigilan en la Plaza Grande, en las calles aledañas los robos a los transeúntes se cometen en las paradas de buses y en las esquinas, donde no hay vigilantes.

En la esquina de las calles Flores y Sucre, a dos cuadras al sur de la Plaza Grande, los dueños de los locales comerciales saben que dos mujeres que merodean por el lugar asaltan a los transeúntes. Aparentan ser vendedoras.

El jueves pasado, a las 10:30 estaban sentadas junto al ingreso principal del Teatro Bolívar. “Desde allí observan a sus víctimas. Las siguen y roban sin que se den cuenta, fingiendo tropezarse. No hay policías que nos auxilien”, denuncia, preocupada, la vecina María Cifuentes.

A lo largo de la calle García Moreno, paralela a la Flores, tampoco hay policías. Por las aceras circulan vendedores informales, que ofrecen desde caramelos hasta recuerdos, y turistas, que llegan atraídos por la riqueza arquitectónica de iglesias como La Compañía y La Catedral, y por la oferta cultural de sitios como el Centro Cultural Metropolitano.

Los policías vigilan solo en el interior de estos destinos turísticos, en las afueras la realidad se repite: personas que se confunden entre el tumulto, cazan a despistados y aprovechan la mínima oportunidad para extender la mano y arranchar aretes, relojes, carteras y teléfonos celulares.

Estas calles son parte del barrio González Suárez, el más peligroso del Centro de la capital, según el Observatorio Metropolitano de Seguridad. Eso, a pesar de que allí se concentra el poder político y religioso de la ciudad y del país: el Palacio de Carondelet, el Municipio y el Palacio Arzobispal. También es el sitio más visitado por los turistas nacionales y extranjeros.

Otros barrios igual de peligrosos son El Larrea, La Loma Grande, El Ejido, Julio Moreno, La Alameda, Miraflores, América, San Blas y San Juan. En La Loma Grande, el lugar más temido es el Arco de la Reina, en Santo Domingo, en la av. Maldonado y Montúfar.

“Los robos de celulares, carteras, aretes, son el pan de cada día”, señala el dueño de una papelería, que no se identifica. Al cruzar el arco, los transeúntes se encuentran con ebrios, gomeros, prostitutas y expendedores de droga.

La inseguridad aumenta siguiendo por la Montúfar. Allí, hay casas coloniales, con techos de teja y balcones de madera, y pequeños negocios como tiendas, restaurantes, papelerías y cabinas de teléfonos. El policía Luis Chicaiza, de la Unidad de Vigilancia, reconoce que este sector es un paso permanente de los delincuentes que bajan de la 24 de Mayo (zona roja) hacia La Marín. “En el trayecto aprovechan para delinquir”.

Para acortar distancias, utilizan el Pasaje Zaldumbide. Ahí se escuchan historias espeluznantes. Hace un mes a una joven, que salía de su trabajo, la golpearon porque no se dejaba quitar la cartera. “A cado rato se escucha pedir auxilio, nos da miedo”, cuenta una vecina que no revela su nombre.

El jueves pasado, el policía Segundo Chicaiza convocó a los moradores a una reunión para organizar la instalación de alarmas comunitarias. “Hace falta solidaridad entre los vecinos”, dice, al recordar que hace tres meses en ese pasaje asesinaron a un guardia de seguridad y ningún morador salió en su ayuda.

Más al norte, en el barrio Larrea, la realidad es parecida. La dueña de una picantería cuenta que la semana pasada, un hombre alto asaltó a una señora de la tercera edad. El ladrón la sujetaba del cuello y la besaba. “Parecían pareja, pero me di cuenta que le estaba robando. Salí a auxiliarle y el delincuente me insultó”.

Los ladrones merodean por las calles del Centro Histórico. Hay vecinos que tienen miedo de hablar y de denunciar. Ellos piden que la vigilancia policial se afinque fuera de los sitios turísticos.

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