Calabozos, fantasmas, asesinatos, casas patrimoniales… Historia y ficción se dan la mano en cada rincón de La Alameda, barrio que comenzó a configurarse por la década de los años 20 del siglo pasado, alrededor del emblemático parque.
Ahora se pretende desempolvar aquellos lugares y hechos a través de rutas turísticas teatralizadas, bajo la dirección de la Asociación de Hoteles y Hostales del Centro Histórico de Quito. Oficialmente, los circuitos comenzarán en octubre.
Hay mucho que mostrar en este sector, que fue concebido para acoger a la alta sociedad, menciona Patricio Guerra, cronista de la ciudad. De allí que no es extraño encontrar casonas con características de palacetes árabes y medievales.
Solo en esta zona, hasta el 2020 había un registro de 20 inmuebles de interés patrimonial, los cuales fueron inventariados por el Concejo Metropolitano, aunque hasta la fecha no cuentan con una declaratoria definitiva como bienes protegidos por el Municipio.
Los dirigentes del barrio y, al mismo tiempo, de la Asociación se dan cita en los bajos del Hotel Báltico, para desde allí partir hacia un reconocimiento de aquellos lugares que se incluirán en las relatorías para repotenciar el sector turístico.
Son las 14:00 y el cielo quiteño amenaza con lluvia. Aun así, se camina hacia el sur de la av. Gran Colombia. La primera parada es en la casa N11-274, un predio que sí es patrimonial y que data de 1914.
Diego Morán abre la puerta de madera tallada: “Bienvenidos a la primera comisaría que funcionó en el Quito republicano”, saluda. El corredor está adornado con lámparas que dan claridad al actual Hotel Boutique D’Alameda.
Ya dentro, el anfitrión conduce a la comitiva a un lugar donde asegura estaban las celdas de la comisaría que había funcionado hasta 1950. “Cuando se rehabilitó la casa encontramos los restos de una boleta de detención”, asegura Morán.
Antes de ese uso, agrega, el inmueble acogió al Rotary Club del Ecuador. Después de la comisaría, fue una casa familiar, luego quedó abandonada y solo en el 2018 “comenzó su resurrección”.
Más adelante, en la esquina de la Gran Colombia y Briceño, está la segunda parada. Allí se levanta un edificio patrimonial de estilo neoclásico que data de 1931 y en donde hoy funciona la Dirección de Movilización de las Fuerzas Armadas.
El cielo se destapa y cae una tromba de agua, así que los dirigentes solicitan el ingreso urgente a las dependencias: “Venimos a visitar al coronel, para que nos cuente sobre el fantasma…”, dice Lenin Campaña, presidente del barrio y de la Asociación. El militar de la garita sonríe sin disimulo.
En el tercer piso del palacete hay una glorieta, con un balcón que mira al Centro, por ahí deambula un espectro. Según Campaña: “Se trata de la ‘Churonita’, una mujer que al parecer fue asesinada durante los años en que este predio permaneció abandonado”.
Afuera continúa una leve garúa, pero los dirigentes deciden continuar al tercer punto del tour, que está en la 10 de Agosto y Luis Felipe Borja. Dentro de una jardinera, junto a la parada del Trolebús, está la ‘Esquina de la Virgen’.
Es un lugar olvidado hasta por los vecinos, pero con una historia que se remonta al siglo XVI. Allí, cuenta Elkin Torres, otro de los acompañantes, ocurrió el asesinato del primer pacificador que llegó a Quito.
Se trata de Blasco Núñez de Vela, virrey de Perú, quien fue decapitado tras la batalla de Iñaquito, que ocurrió en el actual parque La Alameda, el 18 de enero de 1546, apunta el cronista Guerra. Dice más: “Fue un combate entre españoles, porque el Rey intentó quitarles el derecho indefinido de las encomiendas y dictaminó que sea solo por dos vidas; es decir, al titular y luego, a su muerte, pasaba a su hijo”.
Justo donde supuestamente cayó muerto el Virrey se levantó un oratorio bautizado como Santa Prisca. Con el tiempo, en ese enclave se colocó la imagen de piedra de la Virgen, la cual estuvo en el sitio hasta el 2018; hoy está una de arcilla.
La cuarta parada está en la casa E4207, de la esquina de la Luis Saa y Hermanos Pazmiño, donde creció el expresidente Isidro Ayora, asegura Torres.
Tras varias décadas, el predio quedó abandonado y hasta se cayó una parte, que el Municipio tuvo que rehabilitar, añade Ana Hernández, quien forma parte de la comitiva. Luego, la casona fue destinada para el programa 60 y Piquito, hasta que llegó la pandemia y volvió a silenciarse.
Aquellos no serían los únicos sitios para mostrar en La Alameda, “yo vivo en una casa de más de 100 años, con techos tallados en madera y sótanos que se cree salían al Itchimbía”, apunta. El tumbado de su hostal, La Chorrera, en el pasaje Martí, se destaca por su diseño.
La lluvia sigue y antes de marcharse, los dirigentes anuncian que los guiones se están afinando con la ayuda de historiadores, para que sus rutas de los fines de semana sean exitosas y pongan en valor al barrio de sus añoranzas.