En Quito, los hombres buscan lugares especializados en el cuidado de la barba y el cabello. Foto: EL COMERCIO
Los hombres también quieren ser mimados. Buscan lugares en los que el corte de cabello y el perfilado de la barba queden a su gusto. En Quito han proliferado los salones de belleza unisex en los que se atiende a los caballeros, pero hay algunos que buscan un servicio especializado. Dos opciones se destacan en la ciudad.
Toallas húmedas y calientes sobre el rostro recién afeitado producen la sensación de paz. El primer local es The Barber Club, que abrió sus puertas hace dos meses.
El lugar tiene un estilo vintage. En la pared, cerca de la entrada, un poste con franjas rojas, azules y blancas está colgado. Al entrar se observa que el personal lleva camisas a cuadros y corbatines. De inmediato ayudan al cliente para que se sienta a gusto.
Este local combina la tradición de la fina barbería quiteña con un nuevo estilo basado en brindar confort. Mientras el cliente espera puede ver un partido de fútbol internacional o jugar Play Station 3. Esto, mientras toma un vaso con cerveza o refresco de su preferencia.
Giovanny De la Rosa es uno de los dueños de este negocio que queda en la avenida Gaspar de Villarroel. Él no tiene tradición de barbero, pero decidió montar el local porque se dio cuenta de que no existía un servicio así en la capital, según afirma.
De la Rosa enfatiza que The Barber Club se convertirá en un sitio de reunión para los amigos. Tienen toda una estrategia para hacerlo posible. Ahora piensan en tarjetas de membresía con la que los socios podrán reclamar corte de cabello, de barba e, incluso, manicure y pedicure.
Pero si de tradición se trata, las barberías del Centro Histórico destacan. Aquí el estilo es el de antaño. Los asientos son de cuero rojo, aún se utiliza niquelina para calentar el agua y se aplica, después de la rasurada, agua de colonia que hace que los hombres cierren los ojos y hagan muecas por una especie de ardor en la piel, que también refresca. Esa sensación de tener hormigas mordiendo la nuca desaparece en pocos segundos.
Luis Armijos es uno de los barberos de antaño. Lleva 40 años en el oficio y desde 1991 es dueño de la Peluquería Quito que queda en el pasaje Amador, que conecta las calles García Moreno y Venezuela. Él es un lojano que llegó a Quito en 1979. Ahí consiguió trabajo en la peluquería. Con el paso de los años la compró.
Atiende a 30 personas al día. La mayoría viene por el corte de cabello que se hace con tijeras de mango metálico. También se usan máquinas que cortan al ras y las navajas que maneja con destreza. El valor del corte es de USD 3. En este precio se incluye la lectura del periódico del día o el cliente puede ver una telenovela en el canal nacional de su gusto. También se incluye la aplicación del agua de colonia.
Abelardo Chiguano se corta el cabello desde hace un año en este sitio. Dice que le gusta la rapidez y la precisión del maestro peluquero. La atención es ininterrumpida de lunes a sábado de 09:00 a 20:00. En los últimos años ha visto el crecimiento de turistas que buscan su servicio y de funcionarios gubernamentales. Aún no ha cortado el cabello a un Presidente de la República o Alcalde. Dice que no les cobraría por permitirles el honor de afeitarles.
Los caballeros buscan en manos expertas la mejor opción para que su imagen quede perfecta. Con el tiempo, las antiguas tradiciones se conjugan con nuevas técnicas. La barbería de antaño, dicen los maestros, no desaparecerá.