Las manos de Fernando Vallejos daban forma a un pedazo de papel periódico, con el cual elaboraba una argolla. Esta fue utilizada para armar una cadena que complementó al año viejo de Byron Moreno.El monigote se elaboraba ayer, a las 11:00, en la calle Manuel Albán, en La Vicentina. Vallejos, junto con 14 amigos del barrio, se reúnen desde hace seis años, para realizar los monigotes en grupo y satirizar los problemas de la ciudad y del país.
Para Fátima Carrión, moradora del sector, la unión de los chicos es importante para rescatar las tradiciones que, según ella, van perdiendo fuerza.
Tiene 56 años y recordó que cuando era niña, en todos los barrios de Quito los jóvenes hacían sátiras de los políticos y criticaban la situación de la ciudad con los muñecos y los testamentos.
“Con el tiempo esta unión y chispa se ha perdido”.
Para el quitólogo, Ulises Estrella, la sal quiteña subsiste, pero ha sido afectada por la farandulización, la violencia y por el revanchismo político. Sin embargo, afirmó que en los barrios quiteños tradicionales se mantiene la costumbre de hacer monigotes vinculados al mito del eterno retorno. Es decir, pretender que con la quema se acabarán las penas, pero sabiendo que en lo íntimo todo volverá a lo mismo.
Vallejos y sus amigos, desde el mediodía del miércoles, armaron el muñeco de Moreno, de 2 metros. Será complementado con una cadena atada a un balón de fútbol, en vez de la bola de acero, y un maletín en la mano.
“Es una oportunidad para representar, con la sal quiteña, las situaciones cómicas del país y de la ciudad, y de fortalecer los lazos de amistad”, expresó Vallejos mientras empezaba a armar la cadena con argollas de papel.
Mariana Pérez no tiene tiempo para elaborar un muñeco. A las 11:00 de ayer visitó el redondel de Atahualpa, en el sur de Quito, y adquirió un año viejo de 1,5 metros, a USD 4.
En ese sitio habían ocho puestos donde se ofertaban los monigotes que fueron elaborados con ropa usada y relleno de viruta.
Pérez tiene 56 años y recordó que en su infancia, en el barrio de La Colmena, se reunían entre compañeros para recoger los troncos y ramas que formarían la casa del viejo.
“Los presidentes y alcaldes de la ciudad eran los personajes preferidos para quemar”. Recordó que la sal quiteña se hacía presente en la representación de los personajes y en la elaboración del testamento, en el cual se incluía a los vecinos del barrio. “A veces se enojaban por las bromas, pero todo era parte del festejo”.
En ese sitio, Carmen Guamán, de 74 años, estaba sentada en una de las esquinas rellenando un pantalón con papel periódico. “Desde pequeña elaboro estos muñecos, ahora me ayudan mis hijas”, expresó.
Fabián Reinoso escribe testamentos desde hace 20 años. Para él, antes en los barrios era una tradición, pero con un humor fino. Consideró que en la actualidad la sal quiteña se expresa, a veces, de manera mal educada. “La sal del quiteño es un humor fino, cuidadoso y con detalles”.
Lorena Pullas estaba cansada de los tradicionales muñecos de aserrín. Por eso, cuando vio que en la equina de la av. América y Brasil se ofertaban monigotes de papel y goma con formas y colores originales, no dudó y compró tres.
“Los muñecos tradicionales de aserrín son aburridos, estos tienen más gracia”, aseguró.
Juan Gualoto es el propietario de 200 monigotes que se trajeron a Quito a las 11:45 de ayer, desde Guayaquil. “Es la tercera vez que traigo estos muñecos acá, porque no hay competencia y la gente aprecia este arte”.
Hoy, al mediodía Vallejos y sus amigos terminaron de fabricar el monigote de Byron Moreno. Lo quemarán a las 24:00, con la presencia de sus familiares.