Silvia Sosa, ama de casa. Foto: EL COMERCIO
Silvia Sosa
Quito, 38 años
Ama de casa. Tiene dos títulos universitarios: secretaria bilingüe y licenciada en Comunicación Social.
Durante 11 años trabajé fuera de casa y desde que tuve a mi hija mayor, Silvia Marlene, hoy de 10, viví en medio de un dilema interno. Pensaba mucho en algo: no le estaba brindando suficiente tiempo a mi niña. Y eso me desequilibraba emocionalmente. Tal vez otras personas pueden manejarlo diferente, yo no podía con mis sentimientos de culpa hacia mi familia.
Así que un día decidí aceptar un trabajo que podía hacer desde casa, con una empresa de refrigeración industrial. Las actividades se podían hacer desde Quito o desde la China, yo trataba por ejemplo con empresas como Toni o Juris, que estaban en Guayaquil. Todo por teléfono o Internet.
No fue fácil decidir ser ama de casa otra vez. Creo que lo bueno de ser mujer es que una aprende a dividir mejor el tiempo y a priorizar. Las mujeres administramos mejor. En abril cumpliré 11 años de casada con Mario. Ahora tenemos una segunda hija, se llama Diana y tiene 1 año y 5 meses. Y las tareas crecieron.
A inicios de este año obtuve mi segundo título universitario, fue una licenciatura en Comunicación Social, un tema que estaba pendiente desde antes de ser mamá. También soy secretaria bilingüe. Ahora mismo soy ama de casa y no trabajo más que para la familia.
Dejar el trabajo de ocho horas fue una resolución decisiva en mi vida. Significó quedarme en casa, un espacio silencioso, sin compañeros. No solo debía atender mis ocupaciones profesionales a distancia sino encargarme de todas las tareas domésticas.
Lo bueno de ser mujer es que se tiene la sensibilidad para planificar cada jornada. No quiero que mi marido me vea como una empleada, que tiene la casa limpia, con los niños bañados y las tareas listas, para que él pueda llegar a mirar la TV. Procuro que se involucre en la crianza, que sienta que yo hago un trabajo y que tengo derecho a estresarme y a disponer de tiempo libre, inclusive para mis actividades académicas.
Ser mujer también implica querer progresar para mis hijas. No pretendo estancarme, no quiero que el quedarme en casa sea una cruz. Lo bueno de ser mujeres es que pensamos en el bienestar de toda la familia, con respeto y sacrificio. Hago planes, proyecto a mi hogar. Hablamos con mi esposo y plantemos metas, en lo académico, en vacaciones…
Desde cosas simples, planifico mi día. Avanzo con la limpieza de la terraza, de la casa, la comida… Los fines de semana si dejo las cosas en manos de mi esposo no se concretan las cosas. Es obvio que los varones tienen otra perspectiva, incluso en organización. Ellos se estresan menos, al cumplir tiempos y objetivos.