Evita Moreira sostiene una espátula en sus manos. Con esta intenta retirar los rastros del lodo, impregnados en las paredes de la casa que ha sido su hogar desde hace 30 años.
La mujer tiene 72 y es estilista de profesión. Su local está al filo de la av. La Gasca, a pocos pasos de la calle Domingo Espinar. El lunes, día que se quedó impregnado en su mente, decidió cerrar el negocio antes de las 17:00, por el intenso frío y la torrencial lluvia.
“El frío me salvó”, repite la mujer, mientras muestra los daños en su vivienda, entre estos, seis puertas dañadas, así como muebles de sala, comedor y cocina. El dormitorio, donde se encontraba en el momento de la tragedia, está en la parte posterior de la casa. La puerta de este pudo contener el lodo y ella salió bien librada. La mujer tiene vivo el estruendo que escuchó cuando el lodo ingresó y el olor intenso que se expandió por la casa. Este último aún no le deja dormir, le recuerda el momento de la tragedia, en la que fallecieron no menos de 20 personas. El lodo alcanzó el nivel de la cadera de la mujer. Ella pudo salir gracias a sus vecinos, que lograron sacarla por la parte superior de la vivienda de dos plantas. Aún no ha podido constatar los daños en su local, pues, dice, no se anima a ingresar. Sin embargo, está convencida de que la puerta pudo soportar gran parte del material.
Del otro lado de la avenida, Paúl Gaibor, quien vive en el sector desde hace 20 años, con una pala, limpia el ingreso a su vivienda, donde la puerta tiene una curvatura producto de la fuerza del lodo y el agua.
El hombre de 34 años, deportista y mecánico, recuerda que el lunes, en el momento del aluvión, no se encontraba en su hogar. Cuando llegó no podía ingresar por la cantidad de material acumulado, que le llegaba hasta la cintura.
Hasta la casa de Gaibor arriban voluntarios de iglesias cristianas para dar una mano, entre ellos Pablo Logacha, quien junto a otros miembros de varias congregaciones va de puerta en puerta ofreciendo ayuda.
Gaibor hizo lo propio con sus vecinos. Es momento de ayudar, repiten de lado y lado. Mientras, maquinaria y obreros intentan despejar el lodo acumulado en las vías. No faltan quienes caminan con cartones en las manos, con ayuda para las personas que resultaron afectadas por el aluvión.