Álex Ron es catedrático y escritor. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
¿En qué se diferencia el grafiti de los años 90 con el de la actualidad?
Antes teníamos una misión estética y literaria, más comunicacional. Queríamos romper con un tipo de comunicación demasiado unidimensional. Me parece que hacíamos una especie de subversión estética desde la poesía. Veo que ahora se ha vandalizado demasiado, como que la idea es simplemente tomarse espacios públicos para promocionar nombres de pandillas.
¿Quiere decir que el vandalismo se impone?
Sí, aunque hay que analizarlo con mayor profundidad. Bansky, quien es el más grande e insigne grafitero, lo reivindica. Dice que es parte también del arte. Para mí, el vandalismo tiene cierta razón de ser porque el grafiti surge en los guetos en donde hay realmente pobreza, donde hay gente excluida y eso es una realidad en Quito.
¿Hay una guerra urbana entre grupos que pugnan por espacios para pintar?
Es totalmente normal, sucede en todas las ciudades del mundo como París y Nueva York o en el tercer mundo. Siempre. Es parte de las culturas o tribus urbanas. No existe una visión estética de lo que es la ciudad y más bien intentamos apropiarnos de espacios públicos para decir aquí estoy y nada más. Es un problema de educación. Hablamos de chicos que no han sido educados desde una visión estética, que nunca han escuchado a Vivaldi ni leído algo de Albert Camus. Entonces, no tienen profundidad en sus propuestas.
¿En qué se basan?
Hip Hop, rap, reggaetón. No hay más. Lo importante es medir este tipo de manifestaciones. Y lo que plantea el alcalde Rodas es desproporcionado porque se acude a un tipo de hiper moral del espacio público donde todo es blanco, donde la belleza es tener una ciudad sin grafitis.
¿Ofrecer una recompensa de USD 100 000 para identificar a quienes pintaron el Metro es la salida?
Totalmente exagerado. No estoy de acuerdo que se utilice la violencia para tomarse la estación. Más allá de eso, creo que hay un show mediático. El alcalde Rodas tiene problemas muy serios de aceptación y en este momento quiere posicionarse con el tema de los grafitis como un defensor del espacio público.
¿Qué hacer para combatir la problemática?
Se pudo hacer una campaña de promoción del Metro a través de grafitis. Convocar a un concurso de grafiteros de diversas pandillas y decirles a cada uno que se encarguen de determinados vagones, con trabajos estéticos y lograr una especie de alianza entre lo público y la sociedad civil.
La Alcaldía dispuso 80 espacios para el arte urbano. ¿Es suficiente?
Siempre será insuficiente el espacio público para este tipo de manifestaciones y muchas veces va a ser una agresión, es parte de una dinámica comunicacional en la que existe una lucha de poderes. En la ciudad hay gran cantidad de publicidad colocada de forma desproporcionada por todas partes y eso también es agresión al espacio público. En ese contexto, colocar vallas publicitarias no está penado, pero sí pintar un grafiti.
¿En la urbe se ha identificado una variedad definida de grafitis?
Lo que he visto es una degradación, una pérdida significativa de lo que es la visión estética, la visión literaria de lo que era el grafiti. El grafiti ya no es lo que hicimos en los 90, un vehículo para conmover, para concienciar. Se convirtió en una herramienta para promocionar pandillas.
¿Cuál es la relación entre vandalismo y grafiti?
Están ligados, ambos transgreden. El vandalismo es una transgresión más violenta, pero el grafiti es una forma de crear espacios para reflexión. Se supone que eso debería ser y eso es lo que estamos perdiendo. Hace falta recuperar en los jóvenes esa capacidad lúdica para crear belleza y para sensibilizar.
Álex Ron
Es catedráticode la Universidad Laica de Manta. Ha impartido clases en la San Francisco, Católica, Central, UPS.
En el 2004 ganó el premio nacional de literatura con el libro de cuentos ‘Historias de Aerosol’. En los 90 militó en un colectivo de grafiteros.